por Irene Bianchi
“Marta Riquelme, la otra frontera”. Dramaturgia: Nelson Mallach. Actuación: Rodolfo Balvidares, Alicia Durán, Nora Oneto y Julio Salerno. Escenografía y vestuario: Olivia Grioni. Asistencia de dirección: Jorgelina Pérez. Música, sonido: Alejandro Rodríguez, Daniel Gismondi. Dirección y puesta en escena: Daniel Gismondi. Espacio 44, Avda. 44 e/ 4 y 5. Domingos 20.30 hs. 
  El naturalista y escritor argentino Guillermo Enrique Hudson (1841-1922) -“Allá lejos y hace tiempo”- alternó en su amplia producción editorial temas científicos, autobiográficos, ficción y poemas. Otro prolífico escritor argentino, Ezequiel Martinez Estrada (1895-1964) –“Radiografía de la pampa”, “La cabeza de Goliath” -, retomó un cuento del primero, “Marta Riquelme” (“El Ombú y otros cuentos, 1902), y lo recreó, en una suerte de travesura literaria, publicándolo en 1956 (Editorial Nova). Con ese material, el dramaturgo platense Nelson Mallach construyó su pieza teatral, “Marta Riquelme, la otra frontera”.
Un ornitólogo, concentrado en el avistaje de pájaros del campo argentino, se ve envuelto en una trama macabra, al llegar a un rancho habitado por dos mujeres y un hombre, quienes lo rechazan, luego seducen, hasta convertirlo en rehén.
El clima es el de una pesadilla: violencia física y verbal, abuso, humillación; víctimas que se vuelven victimarios, mugre, desolación. El trío anfitrión funciona a través de un vínculo perverso, de sometimiento y vejaciones constantes. “Todos permanecíamos unidos porque nos odiábamos”, en las palabras de Martínez Estrada, en “el lugar donde todos vivimos pero de donde no podemos salir”, como el mismísimo infierno del Dante.
Y del otro lado del alambrado, de la tranquera, de esa frontera imaginaria: los otros, la ciudad que avanza y arrasa con el campo, los intrusos, los chimangos que se alimentan de la roña, los tordos robanidos negro azabache.
El texto de Mallach es enigmático, críptico, ambiguo, plagado de símbolos, fielmente interpretado y plasmado en la dinámica puesta en escena de Gismondi.
Los cuatro actores ofrecen una labor visceral, potente, captando la inclaudicable atención del espectador, quien tal vez tema no poder escapar de ese encierro a cielo abierto.