Es asombrosa la presión que la Iglesia Católica ejerce sobre los asuntos de Estado en nuestro país. Y mucho más ahora, con un Papa argentino. ¿Existe una explicación razonable que justifique este histórico “matrimonio por conveniencia” entre Iglesia y Estado? ¿No es acaso la religión un tema absolutamente privativo del individuo, una elección privadísima, que no tiene por qué influir sobre los asuntos que nos incumben a todos, profesemos (o no) el culto que elijamos? ¿No habrá llegado la hora de que el Estado argentino se divorcie de la Iglesia Católica Apostólica Romana de una vez por todas, y se libere de ese yugo? Hace mucho que la Iglesia atrasa y nos atrasa. Y su doble moral es escandalosa. Por un lado, siempre se ha opuesto a la implementación de una educación sexual integral en sus escuelas (que-dicho sea de paso- cuentan con subsidios del Estado); y por otro, ampara a curas pedófilos que arruinan vidas. Aberrante hipocresía clerical.