A punto de estrenarse su opera prima, charlamos con Mariana Ozafrain, autora y directora de «INFIEL, a costa de la cordura».
IB: ¿Cómo fue tu formación académica, Mariana?
MO: De chica empecé a tomar clases de teatro acá en La Plata porque siempre supe que quería ser actriz, aprovechaba cada oportunidad para actuar: actos escolares, obras de teatro en el instituto de inglés, incluso sketches para la familia los domingos a la tarde. En mi adolescencia me formé con Gastón Marioni, y creo que fue él quién me hizo dar cuenta de que lo de la actuación iba en serio. Cuando terminé la escuela empecé a estudiar actuación en el I.U.N.A, actualmente U.N.A. Tuve maestros maravillosos entre los cuales rescato a Guillermo Cacace, Daniel Misses, AnalÍa Couceyro, Uki Cappellari, entre otros. Mi proyecto de graduación lo dirigió Mariela Asensio y tuve una conexión increíble, tal es así que el día de hoy sigo laburando con ella. Participé en gran variedad de obras de teatro independientes como actriz y como asistente de dirección. Cuando me recibí de la U.N.A empecé a formarme con Pompeyo Audivert y continué mis estudios con Mariela Asensio. En La Plata, también estudié con Blas Arrese Igor. Actualmente, además de estar por estrenar “Infiel”, estoy actuando en el C.E.L.C.I.T en una obra llamada Latinoamerican Love dirigida por Mariela.
Este es tu debut autoral. ¿Cuál fue el disparador para sentarte a escribir esta obra? ¿Por qué elegiste esta temática en particular?
Supongo que puedo decir que es mi debut autoral porque es la primera obra que decido montar y hacer pública, pero lo cierto es que siempre me gustó escribir. Cuando me di cuenta de que el escenario es una olla donde no hay filtro para los ingredientes, entendí que con todo el material que había en mi cabeza era posible hacer una obra de teatro, y que tal vez la idea no era tan disparatada. Es que eso fue clave para mí, entender que en el arte todo se puede.
Empecé a escribir “Infiel” cuando volví de un viaje que hice en el 2017. Ahí conocí a una chica que me dijo algo que me dejó muy impactada, una frase que quedó resonando en mí por mucho tiempo y que me daba cuenta tenía que hacer algo con ella, como si generase estímulos en mí para crear (supongo que muchos a eso lo llaman inspiración). Lo que ella me dijo fue algo así como “Lo peor que podría hacerme mi novio sería meterme lo cuernos, puedo perdonar otras cosas, pero no habría jamás algo peor que eso”. En su momento no me animé a decirle que eso no era cierto para mí, que hay cosas mucho peores, que las relaciones amorosas no se reducen a eso; pero volví del viaje con la sensación de que debería habérselo dicho. Creo que escribí “Infiel” para decir lo que no pude o no puedo decir con palabras. Digamos entonces que esta obra es, en parte, el punto final de una charla, la respuesta a una conversación itinerante.
¿Cómo fue la experiencia de dirigir tu propio texto dramático?
Fue lo más desorbitante, estresante y enloquecedor que hice en mi vida, pero aún así fue una de las cosas que más placer me ha dado. Es muy difícil coordinar un grupo de cinco actores, sin contar vestuarista, escenógrafa, coreógrafa, asistente, producción, etc, etc, etc. De repente te das cuenta de que todos depositan su plena confianza en vos, y eso por momentos te vuelve una mortal asustada. Pero cuando hacemos arte pasamos a ser inmortales, porque extendemos una parte de nosotros mismos al mundo y permitimos que tome vida propia. Dirigir mi obra de teatro tuvo un poco de eso: al principio, cuando era sólo texto, era algo muy mío. Cuando empecé a cedérselo a los actores, noté que ya no lo era tanto, como un bebé que tenemos que largar a caminar, y que debe golpearse y caerse para salir adelante.
Hubo ciertas condiciones que les puse a mis actores para empezar a ensayar; una de ellas fue que sin letra no habría ensayo. A mí no me va la improvisación. Considero que el texto tiene que estar muy adueñado para que la actuación empiece a florecer. No solo pedía que sepan el texto sino que lo llevaran decantado, como si ya fuera parte de ellos mismos. De esa forma, juntos nos fuimos dando cuenta de qué textos funcionaban, cuáles había que ajustar o directamente omitir, o incluso frases que los actores debieron cambiar por decisión propia para poder cargarlas con más verdad.
En cuanto al montaje en sí mismo, considero que hay dos planos de la dramaturgia, uno que se concreta al escribir la obra y otro al montarla. Hoy en día si alguien leyera la obra, no alcanzaría a comprender la totalidad del espectáculo; mucho de lo que pasa está muy apoyado en la puesta misma, y creo que esa es la otra cara de la dramaturgia. La dramaturgia “espectacular” o “corporal” o “performática”, da igual, aquéllo que no se puede textualizar pero que es indispensable para la narrativa. Por lo tanto también me pregunto hasta qué punto la dramaturgia es mía, cuándo empieza a ser también de los actores que ponen cuerpo y se adueñan de directivas externas que hacen propias. En definitiva, dirigir mi obra me abrió todo tipo de interrogantes, y cuando hay preguntas, hay respuestas que buscar. Cuando hay respuestas que buscar, hay mucho arte para hacer.
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¿Cómo fue el proceso de audiciones para conformar el elenco?
El proceso de audiciones fue súper enriquecedor para mí. No me gustaba la idea de hacer un casting, la experiencia me llevó a entender que nunca son del todo esclarecedores. Además, considero que nadie puede enseñarte a actuar porque nadie tiene una única verdad; por lo tanto nadie puede decirte que servís o no para tal o cual papel. Pero lo cierto es que yo venía de moverme mucho por la capital y necesitaba actores platenses, y el casting si se hace de un modo ameno e integrador sirve para conocer artistas que de otra forma no hubieras conocido. El encuentro fue grupal y la idea nunca fue exponer a alguien a una situación intimidante, con lo cual las pruebas siempre fueron a través del juego y actividades de los cuales el equipo y yo también participábamos. Digo equipo porque en la instancia del casting me acompañaron María Emilia Costoya que es mi asistente de dirección, Mariano Casarini que es el músico y Belén Peruzzi que preparó las coreos. De este modo en el casting también evaluamos canto y baile, aunque eso ya es un tema un poco complicado. A mí no me interesaba ponerlos a prueba en cuanto a técnicas de baile y canto, sino que pudieran usar el canto y el baile como una forma de expresarse, como otro modo de actuar. No estaba buscando virtuosismo, sino actores que pudieran vibrar en disciplinas paralelas a la actuación. La obra no es un musical, pero sí tiene momentos musicales porque considero que es una picardía no recurrir a otras disciplinas que enriquecen a la actuación.
Costó seleccionar, todos estaban muy dispuestos y se generó muy buena onda con el grupo, pero tuvimos que hacerlo. Distinto a otros eventos en donde se pierde todo contacto una vez que el casting termina, nosotros nos encargamos de escribirles a todos explicando y justificando la selección, y obviamente agradeciendo la asistencia.
¿Podrías definir el género en que se enmarca la pieza? ¿Es una comedia dramática? ¿Es naturalista? ¿Realista? ¿Del absurdo?
Creo que la mejor palabra para definir el género de la obra es “desgenerada”. Entiendo que las etiquetas son necesarias para que el público tenga una idea de qué es lo que va a ver, pero lo cierto es que no puedo garantizar que sea una comedia porque claramente no lo es, y no puedo garantizar que sea un drama porque claramente no lo es, así que si es estrictamente necesario categorizarla diría que es una comedia dramática.
Tengo un problema personal con la comedia: me encanta, pero… yo soy muy graciosa, siempre intento llegar a la gente desde un lado jocoso y eso se ve en mi laburo como actriz. Lo que pasa es que yo creo que la comicidad debe devenir de una situación que está actuada con verdad. Debe ser una consecuencia, no un propósito. Muchos actores o directores pretenden buscar la comicidad, actuarla en primera instancia, y creo que ahí es cuando todo se desvanece. Hay una creencia de que un actor cuanto más grotesco, animalizado o sobreactuado es, más gracioso. Para mí, es todo lo contrario. Nada genera más gracia que una situación absurda actuada con verdad. Lo que genera comicidad es la empatía y la identificación. Siento que cuando un actor hace una parodia sobre algo, advierte que bajo ningún aspecto él es aquello que burla, y pienso que eso no es peligroso. El teatro debe ser vertiginoso porque ahí está lo pasional, y para eso debe provocar, debe actuarse con verdad, debe ser aquello a lo que le tenemos tanto miedo, y no meras interpretaciones dibujadas. Por eso “Infiel” resulta por momentos cómica, y no fue algo que busqué, fue una consecuencia de plasmar la realidad a través de mi poética propia. Siempre les pedí a mis actores que no tiraran del hilo en aquéllos momentos que sabían iban a generar comicidad, porque en el momento en que lo hicieran su trabajo carecería de verdad, por lo tanto dejaría de causar gracia. Para mí la comedia debe ser tratada con respeto, debe tener un trasfondo reflexivo, debe generar esa contradicción de “me río, pero no se si estoy haciendo bien en reírme de esto”. Por otro lado “Infiel” tiene una carga dramática importante, sencillamente por los conceptos que maneja. Como ya dije, me gusta hablar de temas que nos interpelan como actores sociales, el amor, la muerte, el paso del tiempo, el olvido, la locura. Por otro lado, esta obra rompe completamente con una lógica naturalista: los personajes, aunque claramente estén involucrados en una misma situación dramática, nunca se miran a la cara ni hablan entre ellos. Se mueven en un espacio metafórico que se resignifica constantemente, porque creo que lo interesante del teatro es que al espectador complete un universo virtual, no dar todo por sentado. Para ver la realidad tal cual como la conocemos podríamos ir al parque y vamos a encontrar situaciones dignas de espectar por horas.
¿Cómo te gustaría que impacte en el público?
Me interesa generar material para reflexionar, creo que ése es el propósito del teatro y del arte en general. Mover algo en las personas, que salgan transformadas. Si gusta o no gusta va más allá de mis posibilidades, como se dice en nuestro palo “la reacción del público es lo único que no puede ensayarse”. De lo que estoy segura es de que trabajamos duro y dimos todo lo que estaba a nuestro alcance, y, repito, no se puede hacer nada con las subjetividades de cada espectador, pero me conforma saber que se ha logrado una transformación en ellos.
«INFIEL, a costa de la cordura» estará los viernes 4, 11 y 18 de mayo en Teatro Estudio 21.30 hs. y los viernes de junio en El Escape 21.30 hs.