¿Qué les dije? Termina “Showmatch” y, para que no suframos síndrome de abstinencia, ahora nos enchufan “Gran Hormona”.
Gran Hermano, Susy. Her – ma – no.
No me equivoqué, Moni. Así lo llaman. Sí están todos alzadísimos, más calientes que pavas de lata. Y encima, esas camas enormes, invitan al amuche…
Si por lo menos hicieran algo constructivo, para si mismos o para la sociedad. Pero se lo pasan hueveando y complotando, a ver a quién le mueven el piso.
Justamente ésa es la idea del programa, Tere. Bien perversito. Tratan de sacarle lo peor a cada uno; exacerban el costado maléfico de los participantes.
¿Nos querrán inducir un coma televisivo para narcotizarnos?
La tele no es ni buena ni mala, chicas. La cuestión es cómo se la utiliza y qué contenidos se trasmiten. Es como decir que una jeringa es perjudicial. Sería un disparate. Es un medio, no un fin. El tema es qué te inyectan, ¿no?
Los chaboncitos ésos ni siquiera fueron capaces de superar el primer desafío, que era una pavada atómica: dar vuelta un reloj de arena.
Lo peor, es que están reapareciendo los “hermanitos” de ediciones anteriores, devenidos en opinólogos y sociólogos amateur, para interpretar las conductas de los recién llegados. Dan cátedra los pibes. Hablan como si supieran.
No son los únicos. Ahora salió un obispo chaqueño a defenestrar a Papá Noel. Lo trató de “señor gordo vestido de rojo”. ¿Pueden creerlo?
¡Pobre Santa! Habría que denunciarlo ante el INADI por discriminación.
No es que quiera defenderlo, pero tal vez lo que quiso decir es que se está perdiendo el verdadero sentido de la Navidad.
Eso hace mucho. Para la mayoría de las personas, la fiesta navideña es simplemente un mandato familiar. Una obligación de juntarse a comer con parientes con los que tenés cero onda, más un gastadero de guita en regalos.
Cuando hay nenes chiquitos es diferente. Ahí sí tiene sentido. Esperar las doce, la ilusión, la sorpresa, la alegría. Y antes, la cartita pidiendo juguetes.
Hasta ahí nomás. Porque los chicos de ahora son muy exigentes y pedigüeños. Cuando nosotras éramos chicas, no pedíamos marcas.
Es que no había marcas, Adela. O, por lo menos, no tantas. Yo me acuerdo de algunas muñecas: la Gracielita, la Marilú, la Carmen Miranda. ¡Qué nostalgia!
Yo todavía no superé el shock de haberme enterado lo de Papá Noel y los Reyes. Me sentí tan estafada. Ni hablar del Ratón Pérez. Otra gran desilusión.
¿Cuándo fue? ¿A los 18? Siempre fuiste medio lenteja, Moni.
Lenteja, no. Idealista, soñadora, fantasiosa, que es distinto.
Che, volviendo a la cena navideña, ¿vieron que la ONU recomienda consumir insectos, por sus proteínas y vitaminas?¿Y si en lugar de pavita y vitel thoné, preparamos un menú de hormigas, grillos, gusanos, escarabajos y langostas? Sería super original, y mucho más económico, ¿no les parece?
Yo tengo cucarachas de sobra en casa. Las puedo aportar.
¿Las pulgas y garrapatas del gato pueden considerarse “delicatessen”?
Córtenla, che, que me dan asco. Además, no lloren miseria que el costo de vida de noviembre fue sólo del 0’7%.
Moni, disculpá que te pinche otro globo más, pero Santa Claus, los Reyes, el Ratón Pérez y el Indec, entran todos en la misma bolsa. ¡Sorry! Chin, chin!