“Tartufo”, de Molière, por el Grupo de Teatro del Colegio de Abogados. Elenco: Ana Larronde, Angelina Bogue, Graciela Cris, Susana Trentin, Mario Folino, Judit Picó, Pablo Espinosa, Oscar Rondita, Héctor Servin, Alberto Paiz y Tino Butinof. Cantor solista: Paytin Rodríguez. Diseño de vestuario: Andrea Monzón. Confección de vestuario: Celeste Sosa. Asistencia de Producción: Héctor Servin. Asistencia de Dirección: Graciela Cris. Adaptación, puesta en escena y dirección general: Roberto Conte. Salón Auditorio del Colegio de Abogados, Avda. 13 entre 48 y 49. Sábados 8 y 15 de diciembre, 21 hs. Entrada libre y gratuita.
Jean Baptiste Poquelin (1622-1673) refleja en sus obras los defectos y debilidades de la naturaleza humana. Genio de la sátira burlesca, pone en evidencia la falsedad en el vivir de ciertas personas, que pretenden pasar por respetables. Apunta a los arrivistas y advenedizos, mofándose particularmente de los médicos, abogados o jueces, a quienes sólo les interesa cobrar sus honorarios, despojando sin escrúpulos a sus incautos pacientes y clientes.
Sus piezas más conocidas: “Las Preciosas Ridículas”, “La Escuela de los Maridos”, “La Escuela de las Mujeres”, “Tartufo”, “Don Juan”, “El Misántropo”, “El Médico a Palos”, “El Avaro”, “El Burgués Gentilhombre”, “El Enfermo Imaginario”, “Matrimonio a la Fuerza”.
El contacto que tuvo Moliere con toda clase de gente en su juventud, le agudizó la percepción psicológica de las flaquezas humanas, materia prima de la caracterización de sus personajes, cuya ridiculización deleitaba a su fervoroso público. Se mantiene vigente y popular precisamente por haber pintado con tal gracia, agudeza y perspicacia “vicios” tales como la pedantería, la ignorancia, la intolerancia, la avaricia, el engreimiento, la hipocondría.
Cumpliendo ya 30 años de actividad ininterrumpida, el Grupo de Teatro del Colegio de Abogados, dirigido por Roberto Conte, ofrece una divertida versión de “Tartufo, o El Impostor”. Estrenada en 1664, Molière ataca en ella a los falsos devotos, agazapados tras una máscara de religiosidad, espiritualidad y moral intachable.
Tartufo es el símbolo de la hipocresía y manipulación. Tras convertirse en consejero espiritual de “Orgon”, intenta seducir a su joven esposa (Graciela Cris). El impostor logra que el acaudalado dueño de casa no sólo le ceda todos sus bienes, sino también la mano de su hija, Mariana (Judit Picó), comprometida con “Valerio” (Héctor Servín). Dorina, fiel criada de la casa, es quien “le saca la ficha” al farsante. Lo desenmascara y alerta a la familia, a pesar del embelesamiento y devoción de Orgon hacia su gurú, desoyendo las advertencias de su hijo “Damis” (Mario Folino) y su cuñado, “Cleante” (Pablo Espinosa).
Susana Trentin se luce en el rol de Dorina, el ama de llaves. Graciosa, chispeante, pícara, le saca jugo a un personaje vital de la comedia. Oscar Rondina, el Orgon obnubilado e inocentón, trasmite esa terca y obstinada dependencia intelectual, que le nubla la vista. Ana Larronde, “Madame Pernelle”, madre de Orgon, comparte esa malsana idolatría. Alberto Paiz es Tartufo, el farsante, descubierto a tiempo, no sin antes desnudar las debilidades de las propias “víctimas”. Todos buenos trabajos.
Muy acertado el recurso del director de enmarcar la puesta con un clásico de María Elena Walsh, “Los ejecutivos”, canción interpretada a capella por Paytin Rodríguez, en clara alusión a los muchos Tartufos contemporáneos, que pululan en todos los ámbitos de la escena pública. Otro acierto: la caracterización de los personajes a la vista del público.
Los Tartufos actuales siguen teniendo la sartén por el mango, y el mango también.