El incansable Leo Ringer volvió con “Los Noeles de Noel” y su valioso aporte a la magia navideña. Cuando los niños entran a la emblemática sala de “La Nonna”, descubren la trastienda de Santa. El taller donde fabrica los juguetes, el trineo en el que luego los repartirá, la cocina (con Lara Ringer y su mágico e instantáneo pan dulce). Además de sus ayudantes, los “Noeles”, hay un personaje infiltrado, un aguafiestas que intentará sabotear el evento. Nada menos que el verdoso y amargado “Grinch” (Lisandro Ringer), quien afortunadamente no cumplirá con su cometido.
Tras esta introducción, el público accede a la sala propiamente dicha. El dilema es que Papá Noel (Esteban Mostaccio) está bastante cansado de tanto viaje, y necesita unas merecidas vacaciones. Sus asistentes deciden buscar a un reemplazante, tarea nada fácil, ya que deberá ser alguien de muy buen corazón, que ame a los chicos, que sepa confeccionar juguetes y que esté dispuesto a recorrer el planeta. Así es como “Tata” (Gonzalo Gómez Safar), “Tete” (Rocío Grimaldi), “Titi” (Natalia Oliden) y “Toto” (Nicolás Alonso), aterrizan en el taller de “Gepeto” (Leo Ringer), y le hacen la propuesta. Indudablemente, el hacedor de “Pinocho” reúne todas las condiciones requeridas y acepta gustoso la invitación.
En “Los Noeles de Noel”, el dueño de casa, Leo Ringer, se da el gusto de desplegar todos sus oficios. Es autor, actor, mago, payaso, canta, salta, baila, como el niño que sigue siendo. Está acompañado por un puñado de talentos que se entregan con gracia y picardía a la noble tarea de entretener y divertir a los niños, estimulando la fantasía y la imaginación.
Hay que destacar la belleza de las distintas ambientaciones y escenografías, como así también del esmerado vestuario, en el que se adivina la experta mano de Rosita Mancuso, “Mamá Noela”, siempre presente y vigente.
Lucas Giamo, el experto en luz y sonido; Lisandro Ringer y Facundo Solís, encargados de los efectos y de la compleja maquinaria escénica.
Un “Dream Team” esta familia de artistas, los Ringer Mancuso, que siguen apostando al teatro contra viento y marea. Chapeau!