Resulta sumamente curioso y llamativo que el papa Francisco recién ahora se preocupe por la pobreza en su país de origen.

Tan callado estuvo durante los largos años del kirchnerismo en los que se deterioró la calidad de vida de los argentinos. Recibe sonriente y complaciente a los sindicalistas, responsables de gran parte de los conflictos sociales que padecemos, líderes que se eternizan en sus cargos y cuidan más sus propios intereses que los de los trabajadores que dicen representar. Francisco amaga con visitar el país, mientras hace declaraciones públicas contra la gestión actual, que lo colocan como virtual jefe de la oposición.

Se yergue como adalid de la Justicia social y de la economía popular, como si fuera un estadista con ambiciones políticas. Todo muy extraño viniendo de la cabeza de la religión católica. Parafraseando a Hamlet: “Algo huele mal en el Vaticano”.

Diario Clarín, 25/09/2024

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