Hoy más que nunca, la responsabilidad individual frente a la pandemia es insustituible, indelegable e imprescindible. Absolutamente vital y esencial. No debemos relajarnos en demasía ni relajar las costumbres adquiridas durante estos largos y penosos meses. Barbijo, distanciamiento social, lavado de manos, alcohol en gel, protocolo, evitar aglomeraciones, no compartir el mate, ni el vaso, ni la copa;, en fin, todo lo que aprendimos a la fuerza y que debemos conservar hasta que estemos realmente a salvo (que no es ahora). Aprendamos de lo que está pasando y pasó en otros países, que debieron volver a foja cero por la imprudencia de la población. Nosotros, los argentinos, que somos tan “besuqueiros”, que disfrutamos del abrazo, del contacto físico, extrañamos horrores toda esa demostración de cariño. Pero tenemos que resignarnos a contenernos hasta que se logre erradicar al maldito “bicho” de la faz del planeta. Ya vendrán tiempos mejores. Seamos cautelosos y prudentes. No todo depende de las autoridades, de los médicos e investigadores, de los laboratorios, de «los demás» . Cada uno de nosotros es clave para no seguir contagiándonos. Es decir, que lo que debe ser realmente contagioso es el sentido de la responsabilidad individual, más que el Covid 19.
Irene Bianchi para Clarín