«Caducó», dijo en un tono neutro, escuetamente, un integrante del grupo de la patota que asesinó a Fernando. Nunca había oído esa palabra referida a la muerte de alguien. Caduca la garantía de un electrodoméstico, caduca la licencia de conducir o el pasaporte. Caduca un medicamento. ¿Pero una persona? Evidentemente, para esos jóvenes Fernando no era una persona, sino un blanco para agredir, un trofeo, una cucarda. De ahí que otro, exultante, haya dicho: «Ganamos». ¿Qué ganaron? ¿Un juego? ¿Una apuesta? ¿Una competencia? ¿Un partido de rugby? No, chicos. Sepan que perdieron. Ustedes también perdieron la vida. Solo que Fernando no eligió eso, mientras que ustedes sí. Es clarísimo que lo que sí «caducó» en nuestra sociedad es el respeto a la vida. A la propia y a la ajena. Hoy en día, la vida no vale nada en la Argentina.