¡Ay, chicas! Ya casi se va enero y nosotras con el pescado sin vender.
¡Qué antigüedad, Sarita! Se te caen la libreta cívica y la cédula cada vez que desempolvás uno de esos dichos vintage. ¡Sos un quemo! ¡Qué olor a naftalina!
Es que no fuimos ni a la Balandra, amigas. Digo yo ¿éstos son los coletazos de la macrisis o los albores de la albercriscrisis?
“Chi lo sa”. Con una mano en el corazón, contestáme algo. ¿Alguna vez a lo largo de nuestras larguísimas vidas, hemos zafado de la crisis?
¡Never! Y si alguna vez disfrutamos brevemente de un espejismo como el “uno a uno”, después pagamos las consecuencias con creces.
¿Se acuerdan? La época del “déme dos”. Eramos Gardel, Lepera y los guitarristas los argentos viajando afuera. Traíamos televisores y minicomponentes en los aviones.
Ahora el “afuera” es el balcón o –con suerte- el patio de atrás.
Ojo que hay gente que la está pasando bien este verano. No son ratas como nosotras, y el impuesto ése del 30 % no les hace ni mella.
No sólo eso. Se pusieron en tarlipes, como Dios los trajo al mundo. Ni traje de baño enterizo, ni bikini, ni trikini, ni sunga. Pura piel nomás.
La Siciliani, desnudo total en una playa de Brasil. Un lomazo infartante la Gri.
Las que perrean en Instagram son la griega y Jimena Barón. Qué manera de mover ese pan dulce. No sé cómo hacen para zangolotearse así. Yo estoy soldada de las cervicales para abajo. Me muevo en bloque.
No me hagas acordar del pan dulce, que todavía no terminé de digerir los de las fiestas. ¡Qué atracón! Y eso que le saqué la fruta abrillantada.
¿No lo vieron a Muscari en bolainas frente al Obelisco?
Es su cábala. Hace varias temporadas que repite esa foto de su traste. Le trae suerte.
Yo no entiendo por qué se escandalizan, chicas. No hay nada más natural y puro que el cuerpo humano. Las religiones lo tornaron en algo pecaminoso, sucio, chancho. Pero ésa es una construcción artificial, censuradora y represiva. Hay que liberarse de una vez por todas y no darles bola.
Y, sí. Yo le tengo más miedo a algunas sotanas que a los cuerpos desnudos al sol.
Tal cual. Todo empezó con la hoja de parra que se calzaron Adán y Eva, tras darle un mordiscón a la manzana prohibida. Ahí se pudrió todo.
A mí lo que me pudre es la tele de verano. Los movileros son una plaga. Apestan. Y lo tomaron de punto a Gasalla, que se ha puesto más cabrón con los años. El cómico los saca carpiendo a los pibes, a puteada limpia.
Y eso les rinde. Por eso insisten en acosarlo al pobre Antonio. Saben que se calienta fácil.
Igual que Chiche Gelblung, Mauro Viale y el finadito Sofovich. Forman parte del equipo de los chinchudos “in crescendo”.
Convengamos que lo que pone de pésimo humor a los artistas es la taquilla floja. Si llenás la sala, te bancás cualquier cosa. Hasta los movileros más molestos que moscas de letrina.
Moldavsky les saca varios cuerpos a los demás en Mardel. Primerísimo. ¡Qué bien la hizo el vendedor de camperas del Once! Un genio. De perro a escopeta.
¡Otro dicho antiguo! ¿Tenés más, Sarita?
¡Obvio! Soy un libro abierto. “No tiene goyete”, “A la flauta”, “Ni chicha ni limonada”, “Pipí cucú”, “La mar en coche”, “Andá que te cure lola”, “A la vejez, viruelas”, “Caer como peludo de regalo”, “A troche y moche” …
¡Basta! ¡Cállate, cállate, cállate, que me desesperas!
Bueno. El último. Levanten sus copas. “¡Arriba, abajo, al centro, adentro!” ¡Chin, chin!