Creo que el candidato de Cristina, Alberto Fernández, se está perdiendo una oportunidad histórica. No me refiero al resultado de las elecciones de octubre (no soy pitonisa), sino a la posibilidad de convertirse en un hombre que logre pacificarnos, calmar los ánimos y zanjar la grieta cada vez más profunda que nos divide a los argentinos. Su fugaz e impostada “moderación” está dando paso a palabras y gestos que fogonean la intolerancia y la división. Una pena. Pareciera que el kirchnerismo goza con esta turbulencia en la que estamos viviendo. Es más, “cuanto peor, mejor”, es su tácito deseo.
Por lo que dicen algunos de sus conspicuos representantes, pretenden que se adelanten las elecciones. Falta que le acerquen un helicóptero al Presidente democráticamente elegido (a no olvidarse) en 2015. No respetan a quienes pensamos diferente. Esto es lo que genera temor en quienes no los votaremos en octubre: no ser tenidos en cuenta, ser considerados ciudadanos de segunda.