Noël Coward (1899-1973), fue un notable dramaturgo británico, que también se destacó como actor, productor de películas, cantante y compositor musical. Es sin lugar a dudas uno de los principales representantes del teatro inglés del siglo XX. Sus obras más destacadas son “El vórtice” (1921), “Fiebre de heno” (1925), “Vidas privadas” (1930) y “Un espíritu burlón” (1941).
Verdadero maestro de la “comedia de costumbres” (“comedy of manners”), Coward fue uno de los primeros en denunciar la hipocresía y falsa moralina de la sociedad burguesa y las miserias de la clase media inglesa.
En “Vidas privadas”, dos flamantes matrimonios – Amanda y Guido, por un lado, y Fabio y Leticia, por el otro-, coinciden en su luna de miel en el mismo hotel, en habitaciones contiguas. El dato curioso es que Amanda y Fabio (ambos de mediana edad), fueron marido y mujer, se divorciaron hace 5 años, y se casaron nuevamente, esta vez con parejas más jóvenes. Donde hubo fuego, cenizas quedan. El reencuentro casual (o causal) aviva esas brasas, y la pareja madura decide darse otra chance, a pesar de llevarse como perro y gato.
José María Muscari dirigió la versión de “Vidas privadas”, protagonizada por Georgina Barbarossa, Miguel Angel Rodríguez, María Fernanda Callejón y Christian Sancho, que vimos el domingo en el Teatro Municipal Coliseo Podestá.
A nuestro juicio, lo más flojo de esta versión es la adaptación del texto, a cargo del propio Muscari. El necesario “aggiornamiento” de una pieza escrita en 1930, le restó sutileza, intensidad, ingenio. No se percibe la ironía y el sarcasmo tan característicos de los diálogos de Coward. Todo es demasiado explícito, gritado, obvio, previsible.
En cuanto a la caracterización, se la ve más a Georgina Barbarossa, actriz, que a su personaje, “Amanda”, y más a Miguel Angel Rodríguez, actor, que a “Fabio”. A eso hay que sumarle ciertas licencias que se toma el elenco (¿Querés un Activia?, Este champagne tiene gusto a Cepita, Parecemos el tío Rial y la Niña Loly), efectivos –es cierto- para conseguir la risa fácil, pero irrelevantes y extemporáneos en el contexto de la comedia.
A María Fernanda Callejón, “Leticia” (la damita joven), se la desperdicia como comediante, en pos de resaltar su escultural físico y su andar felino. Una pena. La dicción de Christian Sancho no siempre es clara, y el tono de su Guido es un tanto artificial e impostado.
Todo lo dicho no quita que el público reciba la comedia con beneplácito, festeje hasta las “tentadas” de los actores, y aplauda con ganas al final. Al fin y al cabo, Georgina y Miguel Angel son artistas muy queridos y populares, con carisma y simpatía innegables.
Pero uno no puede menos que sentir que, esta vez, Noël Coward faltó a la cita.