Cada vez que sucede una “tragedia” en nuestro país, algo que nos conmociona, como la desaparición de Loan, siento que siempre se trata de la punta de un iceberg, de algo mucho más grande subyacente, un caldo de cultivo que lo favorece. Pienso en Cromañón, por ejemplo. Puertas de emergencia bloqueadas, seguramente falta de inspecciones o inspectores coimeados para hacer la vista gorda. Pienso en la catastrófica inundación en mi ciudad, La Plata, en abril de 2013: nuevamente falta de obras de infraestructura que la evitaran. La llamada “tragedia de Once”, que no habría sucedido con el correspondiente mantenimiento. Y ahora otro niño, tal vez víctima de trata, que revela corrupción política y policial. No se trata de catástrofes naturales, como un terremoto o un volcán en erupción, sino de las lógicas consecuencias de ineptitud, deshonestidad, componendas, desidia, negligencia, chanchullos, manejos ilícitos, complicidades, contubernios, sobornos, mirar para otro lado, en beneficio de unos pocos. En este estado de cosas, seguirá habiendo “tragedias” absolutamente evitables. Lo que históricamente brilla por su ausencia es la voluntad política para evitarlas.
Diario La Nación, 9/07/2024