No es habitual que espectadores de tres o cuatro generaciones diferentes coincidan en disfrutar de un espectáculo que seduzca a todos por igual. Sin embargo, de vez en cuando la vida, diría el Nano, nos regala un par de horas sublimes, que nos dan un respiro en medio de tanto ajetreo y turbulencia.
Tal grata circunstancia ocurrió en el Teatro Municipal Coliseo Podestá el domingo pasado, noche en que la banda argentina “The Beats” nos trajo los mejores recuerdos de aquellos inolvidables muchachos de Liverpool.
Considerada como “La Mejor Banda Beatle del Mundo” (Inglaterra, 1996), The Beats fue fundada en 1987 por Patricio (George) y Diego Pérez (John), a quienes se sumarían Rubén Tarragona (Paul) y Martín Alvarez Pizzo (Ringo), acompañados por Esteban Zanardi en teclados.
El espectáculo que brindan es sencillamente impecable, desde todo punto de vista. Estos talentosos y versátiles músicos y cantantes, no se limitan a hacer “covers”, sino que montan una prolija y cuidada puesta en escena para cada canción, alternándolas con videos de los artistas originales, y de ellos mismos en ocasión de visitar Liverpool y grabar en el mismo estudio en que lo hicieran los Beatles, o de su gira por Japón, y tantos otros países. Hay no menos de una decena de cambios de vestuario, lo cual también incluye pelucas, calzado y accesorios. De pronto, arman la tapa de un disco (Abbey Road, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band), a modo de fotografías en vivo.
El show es un aceitado mecanismo de relojería, con las dosis justas de alegría, bullicio, emoción, homenaje, picardía. Quienes transitábamos nuestra adolescencia cuando esos flequilludos ingleses irrumpieron en el mundo de la música, revolucionándola y generando una adhesión y un fanatismo nunca antes vistos, hicimos un viaje en la máquina del tiempo. Cada tema despertó recuerdos específicos, momentos vividos: “Yesterday”, “Help”, “All you need is love”, “Twist and Shouts”, “Penny Lane”, “Don´t let me down”, “A hard day´s night”, “Here comes the sun”, “While my guitar gently weeps”, “Strawberry Fields”, “With a little help from my friends”, “Lucy in the sky with diamonds”, entre tantos otros clásicos.
Un certero golpe al plexo solar: Diego Pérez, de blanco inmaculado, solo con su guitarra, interpretando “Imagine”, mientras se proyectaban imágenes de una seguidilla de episodios irracionales y trágicos que padeció la humanidad, desde la no menos trágica e irracional muerte de John Lennon.
En el mundo al que The Beats nos lleva de paseo por un rato, no había internet, ni cds, ni mp3, ni ipods, ni celulares, ni cámaras digitales. Es cierto. Pero había sueños, ideales, utopías. Había deseos de construir una sociedad más justa, más equitativa, más solidaria. Creíamos –ingenuamente- que una flor podía más que un fusil; que hacer el amor era más poderoso que hacer la guerra. Eramos jóvenes. Nos equivocamos. Las pruebas al canto.
De todos modos, este recreo “beatlemaníaco” fue un bálsamo mágico que hizo felices a abuelos, hijos y nietos de un saque. No es poca cosa. ¡Chapeau, The Beats!