“Sotto Voce”, por el Grupo Buscalunas. Elenco: María Inés Uro, Martha Falcón Lima, Olga Anzolini Germán Reimondo, Walter Carozzi. Bailarines: Rocío Balmaceda y Fabián Rinque. Música original e interpretación en escena: Alejandro Dinamarca. Diseño de iluminación: Soledad Machado. Asistencia de dirección: Graciela Lugones. Dramaturgia y dirección: Olga Anzolini. Teatro Municipal Coliseo Podestá.
Una característica histórica de la producción del Grupo Buscalunas, que está cumpliendo 10 años de prolífica labor, es el entrecruzamiento de disciplinas artísticas en sus espectáculos, tanto infantiles (“Misterio Azul”, “Espantapájaros in Concert”) como para adultos (“Sobre el pecho de una mujer”, “Como si fuera un murmullo”). Así, la danza, la música, el canto lírico, el popular, la acrobacia, el teatro, todo se fusiona y amalgama, aportando cada género su coloratura particular.
En “Sotto Voce”, la intención es hablar del “amor, el desamor y el erotismo” a través de textos surgidos de la pluma de García Lorca, Walt Whitman, Oliverio Girondo, Marossa di Giorgio, Julio Cortázar, M. Yourcenar, Jeannette Winterson.
En la puesta de Olga Anzolini, quien permanece de principio a fin en escena es Alejandro Dinamarca, con su teclado, su guitarra y su voz, hilvanando los distintos cuadros. Los actores y actrices, individualmente o en parejas, interpretan los pasajes elegidos, referidos a encuentros y desencuentros, amores contrariados, pasiones furtivas, relaciones clandestinas y prohibidas, cuerpos que se atraen y se repelen, ausencias lacerantes, vínculos truncos, finales felices, infelices o inciertos.
Los bailarines dibujan correlatos con sus cuerpos, con una elocuencia y expresividad que no requieren el uso del lenguaje.
Es muy probable que haya sido deliberada la decisión de que los actores y actrices leyeran parte de los textos, tal vez como merecido tributo a la palabra escrita. Sin embargo, desde el punto de vista estrictamente teatral, ese recurso le quita dinamismo a la puesta, la que por momentos se torna demasiado morosa y estática.
La picardía de María Inés Uro es una bocanada de aire fresco que matiza una atmósfera sombría e ilumina la escena.
Dada la temática elegida, se echa de menos en “Sotto Voce” una mayor carga de sensualidad y erotismo, demasiado susurrada, con sordina, diríase, más allá de la indiscutible ductilidad y versatilidad de todo el equipo.
De todos modos, el espectador agradece reencontrarse con tantas “divinas palabras”, las que, como la “mujer desnuda y en lo oscuro” de Mario Benedetti, “desbaratan por una vez la muerte”.