En este espectáculo, Aníbal Pachano se da el lujo de repasar sus 30 años de carrera, desde sus inicios con “Botton Tap” – casi un grupo de culto en su momento- hasta su explosión mediática, “Show Match” mediante. Cuando Pachano le pide a los espectadores del Coliseo Podestá que levanten la mano quienes lo ven por vez primera en un escenario, más del 90% lo hace, lo cual explica a las claras el origen de su popularidad actual. Bienvenido sea ese valor agregado.
“Smail” es un glamoroso show de “music hall”, con 20 artistas en escena, armado con cuadros de sus distintas producciones anteriores: “Dominó”, “Tangou”, “Smoke”, “Varieté para María Elena”, y un par de homenajes a figuras emblemáticas de la canción popular de nuestro país, como Estela Raval y Valeria Lynch. Se le rinde también tributo a ritmos clásicos: el rock, el bolero, el tango; el tap; y uno especial a un coreógrafo de la talla de Bob Fosse (“Cabaret”).
No hay en “Smail” un hilo conductor que hilvane los distintos cuadros, y a veces se resiente tanto apagón que genera “minibaches” y atentan contra la fluidez del espectáculo. Indudablemente, si contaran con músicos en vivo en lugar de una pista grabada, esa discontinuidad se subsanaría.
Pachano cuenta con un elenco de bailarines y cantantes estupendos, que transitan con absoluta precisión y gracia el amplio y ecléctico abanico de ritmos que propone este entretenido y colorido popurrí. Maxi de la Cruz aporta su cuota de humor; el coreógrafo y artista invitado Alejandro Lavallén se luce con su virtuosismo; Alejandro Melidoni, Alejandra Perlusky, Flavio Pereda y Fernando Avalle se destacan en sus interpretaciones vocales; y Sofía Pachano, con esa tierna e ingenua carita que nos recuerda a Judy Garland, brilla con luz propia.
Por encima de las individualidades, aquí hay equipo, y un capitán que sabe sacar lo mejor de cada uno de sus talentosos artistas. El padre de la criatura también “le saca viruta al piso”, y baila a la par.
Destacamos el desopilante cuadro de la playa, en el que los bailarines danzan con patas de rana, y el emotivo homenaje a la Walsh.
Párrafo aparte merece el bellísimo y sofisticado vestuario de Patricia Fiaño, un dechado de creatividad.
No es un dato menor que, en el saludo final, Pachano presente con nombre y apellido a los integrantes de su compañía. Merecido reconocimiento y muestra de respeto a sus pares.