Se suele decir que segundas partes nunca fueron buenas, presunción que no se aplica a “La Cátedra del Macho 2”, de y por Coco Sily. Como en la 1, el actor enarbola el estandarte del Gran Macho Argentino, y arremete contra el implacable avance de la modernidad, uno de cuyos nefastos subproductos- según él – son los así llamados metrosexuales. Es innecesario aclarar (una vez más) que cuando Sily se queja del “aputasamiento” generalizado de los hombres, no hace referencia a su sexualidad ni encabeza una cruzada homofóbica. Lo suyo es una ironía, una humorada que pierde gracia y puede hasta resultar ofensiva si se la toma al pie de la letra. Lo primero que llama la atención cada vez que Coco Sily viene al Teatro Coliseo Podestá, es la abrumadora mayoría masculina en la platea. Convengamos que la ida al teatro es habitualmente un programa organizado por mujeres, al que los hombres se pliegan no siempre muy dispuestos. Pero cuando el actor viene a “dar cátedra”, los tipos acuden en barra a verlo, detalle nada menor. ¿Cuáles son, según Sily, los síntomas del “aputasamiento” generalizado? La depilación definitiva; encremarse en demasía; ser excesivamente pulcro, prolijo y elegante; jugar al tenis; usar chupines; vacacionar en hoteles boutique y desayunar cereales con ciruelas; comer sushi o pizza de rúcula; decir “Qué suerte que desencarnó. Va camino a la luz” en un velorio; ir al gimnasio a diario; llevarse bien con la tecnología. En este sentido, le dedica una larga escena a “facebook” y a “Twitter”, dos inventos “demoníacos”, destruye-hogares. Si bien lo de Coco Sily es el monólogo humorístico, no podríamos definir lo que hace como “stand-up”, género tan de moda últimamente, puesto que los estandaperos habitualmente la juegan de “losers”, de perdedores, de anti-héroes, mientras que el personaje de la Cátedra es un “winner”, un cavernícola muy orgulloso de serlo, un troglodita, un macho a la antigua que se niega a modernizarse y “aputasarse” como la mayoría de sus congéneres. Como si fuera a detectar explosivos en la sala, Coco Sily baja a la platea, con un atuendo especial, y examina las primeras filas, en busca de posibles “infiltrados”. Logra una empatía y complicidad inmediatas con su fiel público, que se presta al juego sin oponer resistencia alguna. Recurrir a una proyección o a la voz en off del Supremo (con quien el personaje dialoga), zanjaría el “bache” que se produce cuando el actor, entre bambalinas, se cambia de vestuario. Hay ciertas pinceladas nostálgicas en el espectáculo, que tiene que ver con los viejos códigos de los amigos del barrio, con las estrategias de seducción de antes, los esperados “lentos” en los bailes, los metejones adolescentes. Al actor le sobra cancha y oficio como para saltar de un clima a otro sin dificultad. Por lo visto, Coco Sily tiene Cátedra para rato.
NO TAN DIVAIN Sin lugar a dudas, lo más destacable de “Divain”, la nueva propuesta de Aníbal Pachano (al menos en la puesta minimalista, a cámara negra que trajo al Coliseo Podestá), es su lujoso y variadísimo vestuario, diseñado por Patricia Fiaño y el propio Pachano. Debimos “googlear” su autoría, puesto que no se repartieron programas de mano, tendencia-lamentablemente- bastante frecuente en los espectáculos que vienen de la Calle Corrientes, y que priva al espectador de información relevante. La idea madre de “Divain” es un buen punto de partida. El bailarín y coreógrafo repasa su vida, rindiendo homenaje a las figuras del espectáculo que lo marcaron e inspiraron en su carrera, desde su infancia en Tostado, provincia de Santa Fe. Una suerte de cabalgata musical, que transita géneros, siempre graficada con la moda de cada época, los cantantes más recordados, los legendarios payasos, los estilos característicos. Sin embargo, esa prometedora hilación se interrumpe, pasada la década de los ’80, para dar lugar a escenas auto-referenciales, que giran en torno a la historia familiar íntima del protagonista (padre picaflor que sembró hijos y nietos por doquier, madre sobreprotectora, etc), y las consabidas referencias a los personajes de la farándula autóctona (la Barbieri, la Xipolitakis, etc), chismes festejados por gran parte del público, pero que nada suman al espectáculo en su totalidad. Pachano cuenta con una compañía de bailarines-cantantes de primer nivel. Versátiles, graciosos, dúctiles: Nicolás Armengol, Estefanía Bacca, Gustavo Wons, Cereza Rossatti, Maia Contreras, Mauricio Maco, y el platense Nacho Gonatta. Los cuadros de tap, deliciosos. Destacamos la destreza y particular estilo de la despampanante Estefanía Bacca, y la potentísima y armoniosa voz de Maia Contreras: dos perlitas de “Divain”. Algo que conspira en contra del fluir de este music-hall, son los apagones entre escena y escena, de varios segundos cada uno, que inevitablemente cortan el ritmo y producen “baches”. “Divain”: atractivo, pero no tan “divain” como los espectáculos a los que nos tiene acostumbrados el talentoso Aníbal Pachano.