por Irene Bianchi
«Rápido Nocturno, Aire de Foxtrot», de Mauricio Kartun, con Horacio Martínez, Laura Lago y Pablo Pawlowicz. Sonido: Ciro Beltrán. Iluminación: Juanse Gianella. Escenografía: Agustina Bianchi. Asistentes de Dirección: Mariela Mirc, Maricel Beltrán. Dirección: Norberto Barruti. Taller de Teatro de la UNLP, calle 10 entre 54 y 55. Sábados 21.30 hs.
«Cardone» (Martínez) es un ferroviario de ley. Encargado de subir y bajar las barreras, controla celosa y rigurosamente el horario de las formaciones que pasan por la estación de su pueblo, y respeta el reglamento a rajatabla, más que a la Biblia. Meticuloso, casi obsesivo en el cumplimiento de su labor, es prolijo asimismo en su lenguaje y muy cuidadoso de las formas, que enmascaran un fondo turbio, autoritario y siniestro.
«Norma» (Lago) comparte con él la noche del sábado. Se trata de un día especial: «Atilio», su hijito, cumple años, y lo festejan con torta en la casilla del guardabarrera. Mantiene con él una relación un tanto sórdida, carente de alegría. Soledad para dos.
«Chapita» (Pawlowicz), ex marido de Norma y padre de Atilio, cae de visita, portando un regalo para su hijo: «El Cerebro Mágico», y unos buñuelos de acelga. Es la antítesis de Cardone: ingenuo, soñador, poco práctico, cabeza fresca, festeja las travesuras del nene (que sale a él), e intenta reconquistar el amor de su «Titina».
Dos mundos: el seguro, serio y solemne, del empleo para toda la vida, la foja de servicio impecable y el honroso retiro, contrapuesto al azaroso y aventurero barajar y dar de nuevo, construir la casa propia con jardín, sembrar, plantar, apostar al «Porvenir», nombre del barrio en el que Chapita está pagando un lotecito donde sueña con llevar a su familia.
En el medio, ella, «Titina», «Norma» para Cardone (tan apegado a las normas), cargando con su destino como puede, como carga con su hijo dormido las 4 cuadras que separan el Club de su casa.
Tal el triángulo amoroso que plantea Mauricio Kartún en «Rápido Nocturno …», pieza que transcurre en la década del ’40, y que se vale de una anécdota mínima para pintar en tonos naturalistas, distintas formas de ver la vida –»la vidita»-, encarnadas en tres personajes bastante desolados, que la ven pasar como esos trenes que no se detienen, y escuchan cómo bailan los demás, al son de la «Orquesta de todos los Ritmos».
Un episodio que ocurre fuera de escena – la persecución y feroz castigo al «Loco de la banderita – profundizará aún más la brecha entre los dos hombres, y será para «Titina» un factor determinante en su decisión final.
La puesta de Barruti combina diferentes climas: humor, desesperanza, nostalgia, melancolía, suspenso, lirismo, picardía, apoyada en una precisa puesta de luces y una sugerente banda sonora, todo enmarcado en una ambientación escenográfica realista que recrea con pocos elementos el ámbito buscado.
Es una historia bien contada, ágil, entretenida, con diálogos coloquiales y composiciones actorales creíbles, ricas en matices, contrastes y transiciones. Una historia pequeña que habla de temas profundos, vitales, existenciales.
«Rápido Nocturno …»: no siempre «las cosas son como son». Afortunadamente.