Soy actriz. Hago teatro independiente en La Plata desde la década del ’70. Teatro vocacional se lo llamaba por ese entonces. Esta ciudad universitaria por antonomasia fue y sigue siendo un semillero de grandes maestros, directores, autores, actrices y actores, y cuenta orgullosamente con el emblemático Teatro Municipal Coliseo Podestá, cuna del teatro rioplatense, además de un centenar de grupos independientes, de auto-gestión, que mantienen su creatividad a puro pulmón. Me preocupa que “la motosierra de Milei”, sin discernir entre la paja y el trigo, aborte la continuidad de esta actividad esencial, derogando la Ley 14.800 que protege a los espacios escénicos, medida que provocaría el inmediato cierre de salas. Muchas de las producciones independientes pueden llegar a buen puerto gracias a los subsidios que otorgan el Instituto Nacional de Teatro y el Fondo Nacional de las Artes. Si han habido irregularidades, excesos o favoritismos ideológicos en el manejo de esos fondos, me parece lógico y lícito que se investiguen y se eviten a futuro. Pero quitarle todo apoyo estatal a la actividad cultural es un despropósito, un atraso, un lamentable retroceso. Porque no sólo de pan vive el hombre. La cultura hace a la identidad de un pueblo y no es un producto descartable.
Diario Clarín, 23/1/2024