Yo no podría pagar un pasaje a Miami para vacunarme contra el COVID, porque, a pesar de haber aportado religiosamente a la Caja de Autónomos durante 40 años, cobro la jubilación mínima. Pero si pudiera, si recibiera una inesperada herencia, si me ganara el Quini o el Loto, lo haría. ¿Por qué no? No le estaría robando nada a nadie. Al contrario, dejaría libre un par de dosis para otro argentino. Me llama mucho la atención que se critique tan duramente a gente que sí lo hizo, porque puede. Y resulta que esto de vacunarse afuera tapó algo que sí fue horroroso y criminal, y que ocurrió acá, con la anuencia de este Gobierno. El así llamado “Vacunagate”, las vacunas que recibieron amigos del poder, familiares y jóvenes secretarias por debajo de la mesa, los colados, los que sí les robaron las vacunas a quienes debieron recibirla en primer lugar, algunos de los cuales fallecieron por no recibirla a tiempo. ¡Por favor! ¡Que el árbol no tape el bosque!
Irene Bianchi para Clarín