A pocas horas de haber estrenado un nuevo año, y evaluando el actual estado de cosas en mi país, recuerdo las enseñanzas del actor, director y pedagogo teatral ruso Konstantin Stanislavsky (1863-1938). Entre sus conceptos claves en cuanto a la construcción del personaje, figura el llamado “sí mágico”, que se traduce en aceptar las circunstancias dadas, vivirlas plenamente y largarse a jugar, con la ingenuidad, entrega y entusiasmo propios de un niño.
Pienso en nuestras “circunstancias dadas”, que están muy lejos de ser las ideales, pero que constituyen el material real con el que debemos trabajar. Es bien sabido que los argentinos somos hiper creativos y muy resilientes. A nivel individual, descollamos. Como equipo, aún nos cuesta funcionar. No es así en el teatro, sin embargo, donde el equipo, la mancomunada tarea grupal es lo que cuenta. Autores, actores, directores, asistentes, utileros, escenógrafos, vestuaristas, maquilladores, peinadores, iluminadores, sonidistas, musicalizadores, fotógrafos, prensa: todos trabajando con un objetivo en común: estrenar un espectáculo y cautivar al público. Ojalá esta dinámica pudiera replicarse en otros órdenes, ¿no? La metáfora teatral es aplicable a la vida.
Bien podríamos tomar este momento histórico como una enorme oportunidad, un nuevo comienzo, un salto hacia adelante. Aunar esfuerzos para salir del pozo; esforzarnos en pos del bien común; buscar lo que nos une, lo que nos acerca, lo que nos hermana. Ese es mi deseo para el Año Nuevo. Avanzar paso a paso hacia el país que todos nos merecemos.