por Irene Bianchi
“Priscilla, La Reina del Desierto” Libro: Stephan Elliot y Allan Scout. Elenco: Pepe Cibrián Campoy, Juan Gil Navarro, Alejandro Paker, Omar Calicchio, Mirta Wons y gran elenco. Actriz invitada: Georgina Barbarossa. Diseño de escenografía: Ana Repetto. Diseño de vestuario: René Diviu. Diseño de luces: Ariel Del Mastro. Diseño de sonido: Osvaldo Mahler. Diseño de video: Maxi Vecco. Diseño de imagen: Camilo Schimf. Dirección musical: Gaby Goldman. Adaptación canciones al castellano: Marcelo Kotliar. Dirección vocal: Ana Carfi. Coreografías: Elizabeth De Chapeaurouge. Produción general: Gabriel García para GRG. Productor ejecutivo: Leo Cifelli. Prensa y comunicación: Anita Tomaselli. Director asistente: Edgardo Millán. Dirección general: Valeria Ambrosio. Teatro Lola Membrives, Avda. 1280 Corrientes, CABA.
Aunque suene a lugar común, no es exagerado afirmar que la versión porteña de “Priscilla” nada tiene que envidiarle a las grandes producciones de Broadway.
La comedia musical encabezada por Pepe Cibrián Campoy, Alejandro Paker y Juan Gil Navarro, que se ofrece en la hermosa sala del Lola Membrives, es deslumbrante por donde se la mire.
Basada en la película del director australiano Stephan Elliot “The Adventures of Priscilla, Queen of the Desert” (1994), esta “road movie” narra las peripecias de un trío de transformistas, que debe atravesar toda Australia para que uno de ellos conozca a su hijo. Ellos son “Tick” (Paker), “Bernadette” (Cibrián Campoy) y “Adam” (Gil Navarro), y van ofreciendo su show en las tabernas de los pueblitos que tocan, a bordo de “Priscilla”, el micro-casa rodante a bordo del cual conviven y viajan.
Esta excusa argumental permite sondear temas profundos, sin perder jamás el humor ni la ironía. La mirada prejuiciosa hacia los homosexuales, el miedo a reconocer la propia esencia, el costo de las porpias elecciones, la pérdida de la juventud, el temor a volver a apostar al amor, la soledad, los sueños: de todo esto habla “Priscilla”, matizando desenfreno, glamour y ternura en dosis justas.
Los ingredientes de este exitoso producto son muchos y variados. El trío protagónico es impecable. Pepe Cibrián Campoy se da el gusto de componer una Bernadette antológica. Es muy probable que su madre, la deliciosa Ana María Campoy, lo haya inspirado (y lo vista) en la creación de este personaje, y lo espíe cada noche entre bambalinas, con una mirada cómplice y orgullosa. A Paker ya lo habíamos disfrutado en “Cabaret”: un artista sólido, versátil, capaz de transitar todos los estados con la misma credibilidad, además de cantar como los dioses. Muy jugado el dislocado “Adam” de Juan Gil Navarro, logrado contrapunto a la mesura de sus dos compañeros de viaje. También destacable el “Bob” de Omar Calicchio: otro talentoso del género.
Magistral la dirección musical de Gaby Goldman. La orquesta en vivo es indudablemente un “plus”, como lo es la inteligente decisión de mantener el idioma original de las bellísimas canciones (inglés), traduciendo tan sólo unas lineas.
¿Qué decir del fastuoso vestuario? Incontables los cambios, todos ellos coloridos, ingeniosos, lujosísimos, como así también los tocados, las pelucas y el sofisticado maquillaje.
Más allá de la labor descollante de los actores protagónicos, hay que destacar la excelencia de todo el cuerpo de baile y de las eximias cantantes (algunas de ellas balanceándose en arneses), cuyas voces deleitan y cautivan al entusiasta público, que colma la sala del Lola, noche tras noche.
“Priscilla” es, sin lugar a dudas, una propuesta imperdible de la cartelera teatral porteña. No sólo la “Reina del Desierto”, sino la Reina de la Calle Corrientes.