“Conversaciones con Mamá”, de Santiago Carlos Oves, en versión de Jordi Galceran, adaptada por Fernando Castets. Elenco: Luis Brandoni y Pepe Soriano. Escenografía: René Diviu. Iluminación: Jorge Pastorino. Vestuario: Maribel Solá. Música original: Gaby Goldman. Producción general: Eloísa Canton y Bruno Pedemonti. Asistente de Dirección: Miguel Kot. Dirección: Santiago Doria. Teatro Municipal Coliseo Podestá.
Dos actores de raza, dos “animales de teatro”, una dupla imbatible: Soriano-Brandoni, garantía de calidad. Una comedia ágil, dinámica, entretenida, con muy buenos diálogos, lenguaje coloquial, cotidiano, y situaciones absolutamente reconocibles por el espectador, con quien la empatía es instantánea.
Pepe Soriano es la “madre” en cuestión. Una señora de 82 años, viuda, que vive en un departamento propiedad de su único hijo- Jaime (Brandoni)- y de su nuera, Laura. La acción comienza una soleada mañana de domingo, en la que Jaime visita a su madre para plantearle algo delicado: acaba de ser despedido de la empresa en la que trabajó durante 40 años, y se ve obligado a poner en venta esa vivienda. La opción es que su madre se mude con ellos, ahora que sus dos hijos –Pablo y Julieta- están grandes y sobran los dormitorios.
Lo que Jaime ignora es que su madre, más pícara que bonita, no está sola. Tiene un “candidato”, Gregorio, 13 años menor, que alegra sus días desde hace un par de años. Este dato inesperado cambia el cuadro de situación. Jaime redescubre a esta mujer, que tiene más vitalidad, energía y proyectos que él mismo, sumido ahora en una depresión al ver que su mundo se desmorona, en más de un sentido.
Este encuentro o reencuentro entre madre e hijo pone sobre el tapete unas cuantas cuestiones esenciales y existenciales. Jaime toma conciencia que el castillo de naipes que con tanto esfuerzo construyó, se viene abajo de un plumazo. El nivel económico acomodado, el status social, la profesión, la pareja, la familia: todo parece un espejismo ahora. Es hora de barajar y dar de nuevo, de volver a empezar.
Soriano aborda el desafío de encarnar a una mujer, sin caer jamás en el estereotipo ni en la caricatura. Medido, sutil, su “Mamá” es una pieza de colección.
La comedia esconde unas interesantes vueltas de tuerca, giros sorpresivos que no conviene develar aquí. Eso la vuelve aún más atrapante, y conduce a un desenlace inesperado.
¿Qué decir de la labor actoral de estos intérpretes de lujo? La conexión entre ambos es un ajustado mecanismo de relojería; se adivinan el pensamiento; están perfectamente ensamblados, al servicio de una historia simple y profunda a la vez. Ninguno opaca al otro. Ambos se lucen en la composición de sus entrañables criaturas.
Hay pocas acciones. Todo está puesto en el diálogo, sin que ello vaya en desmedro del dinamismo que Doria le imprimió a su puesta en escena.
“Conversaciones con Mamá”: un festín.