Domingo a la noche. Ciclo Buenos Aires [OFF]. Un Coliseo Podestá colmado. Literalmente, sala llena. Un público muy teatrero: actores, directores, elencos enteros, hecho éste poco frecuente por estos lares, que demuestra el enorme interés y curiosidad por el espectáculo que se está por ver. Diez actores en el escenario, observando a la gente que se va acomodando en platea, palcos y “gallinero”. Ellos, con actitud de ensayo, de entrenamiento. La luz de sala nunca se apaga. Elsa Bloise, deliciosa actriz de más de 80, advierte cándidamente: “Buenas noches. Si me llego a olvidar del texto, mis compañeros me ayudan.” Y nos recuerda: “Por favor, apaguen sus celulares”.
Y empieza la acción de esta obra del croata Ivor Martinic, dirigida por el autor, actor y director Guillermo Cacace, que cumple 400 funciones en este angelado escenario platense.
La puesta de Cacace se aleja de lo convencional. Hay una suerte de deliberado distanciamiento brechtiano: los actores y actrices entran y salen de sus personajes, mientras que un relator describe e hilvana las escenas. Este recurso no le resta credibilidad ni emoción. Muy por el contrario: le suma verdad. El público se siente partícipe todo el tiempo, involucrado, interpelado en el devenir de los acontecimientos.
Es el cumpleaños 25 de “Branko” (Juan Tupac Soler), el “hijo” en cuestión, que ha ido perdiendo gradualmente la movilidad de sus piernas, y ahora se encuentra en silla de ruedas. No es un cumpleaños más. Es “un cuarto de siglo”, insiste la mamá de Branko, que vive con angustia la discapacidad de su hijo. Le cuesta aceptarlo y blanquearlo públicamente. Le pesa. La padece más aún que el propio Branko, que acepta su estado con calmada resignación.
En rigor, todos los que rodean a Branko (padres, tía, hermana) parecen mucho más discapacitados que él. Se sienten frustrados, temerosos, enojados con el presente, añorando el pasado. Están divorciados de sus deseos. Ni ganas de comer hay en “esa casa decadente adornada con globos”, habitada por “cáscaras vacías, feas y malolientes”. No así “Ana”, la abuela, refugiada en su mundo imaginario, que insiste una y otra vez: “Ojalá nos enamoráramos”.
Hay mucho humor en la puesta de Cacace, y uno como espectador pasa de la risa, a la reflexión y a la emoción en contados segundos. El director nos invita a espiar el revés de la trama, el backstage de su montaje, que es un “work in progress” permanente. Siempre fresco. Siempre nuevo.
El elenco impecable, sin fisuras, conformado por los ya mencionados Elsa Bloise Y Juan Tupac Soler, más Aldo Alessandrini, Antonio Bax, Paula Fernández Mbarak, Romina Padoan, Luis Blanco, Clarisa Korovsky, Pilar Boyle, Gonzalo San Millán, Juan Andrés Romanazzi y María Emilia Ladogana.
“Mi hijo sólo camina un poco más lento”: otro producto nacido en el pródigo circuito off, con larga vida por delante y muchos caminos por recorrer.