“Los hermanos Iberra, una historia de amor y de guerra”, de Andrés Ballot y Claudio Rodrigo. Elenco de la Compañía “Motu Propio”: Hugo Cordal, Edgardo Desimone, Mane Carreira, Mirta Ucar, Pablo Mancilla, Juan Aguilera, Marisol Tur, Felix Aloé, Lilen Cheruse. Músicos: Martín Lavernhe, Sergio Cornicello, Gonzalo Frontera. Vestuario: Magali Salvatore. Maquillaje y peinados: Florencia Gangoiti. Escenografía y objetos de sonido: Laura Poletti. Trabajos en metal: Carlos Pelella. Fotos y operador de luces: Fabricio Basilotta. Encargado de sala: Máximo Paniza. Diseño de luces y dirección general: Claudio Rodrigo. “C.C. El Núcleo”, calle 6 entre 40 y 41. Viernes de noviembre, 21.30 hs.
Un espectáculo encantador. Cuidado hasta en los más mínimos detalles. Excelente reconstrucción de una época y de un género entrañable, como lo era el radioteatro.
Para quienes tuvimos la fortuna de crecer escuchando (en el viejo “combinado”) ciclos radiales como el familiar y costumbrista “Los Pérez García”, o el “culturoso” “Las dos carátulas”, este emotivo homenaje de Andrés Ballot y Claudio Rodrigo, es un balsámico baño de nostalgia, cargado de ingenuidad y profundo respeto, que deja traslucir una pormenorizada y concienzuda investigación histórica.
Todo transcurre en un estudio de radio, con la orquesta en vivo, los locutores, el elenco del radioteatro en cuestión, y los encargados de realizar efectos de sonido.
La historia: dos hermanos mellizos, abandonados por su madre a poco de nacer, crecen al cuidado de unas monjas y son luego dados en adopción a dos familias muy diferentes. “Atilio Estrada”, alias “Zorzalito” (Hugo Cordal) cae en el aristocrático hogar de una familia patricia, mientras que “Don Carlos Benavidez” – “El Pardo” – (Edgardo Desimone), es adoptado por una mujer de la vida. Dos Argentinas.
Por esos caprichos del destino, cuando ambos son ya adultos y nunca se han cruzado, se enamoran de la misma mujer, “La Luciana” (Mane Carreira), inescrupulosa joven que los engatusa con sus encantos y sólo pretende esquilmarlos. La damita los entusiasma para que se inscriban en la “Final Cantoral del Gran Salón Monserrat”, para quedarse con el suculento premio de $1.500.
Arrepentida y consumida por la culpa, la madre de ambos (Mirta Ucar) retorna de Europa, para reencontrarse con sus pichones, pero la tragedia no se hace esperar. El distinguido ruiseñor y el cantor reo, el cajetilla mocito del centro y el negro arrabalero, se trenzan en un fatídico duelo final, crónica de varias muertes anunciadas.
Esta suerte de drama shakesperiano porteño, resulta verdaderamente desopilante en la puesta de Claudio Rodrigo. Hay varios planos yuxtapuestos, todos simultáneos. La ficción y la realidad se entremezclan, sutil e irremediablemente.
Además de las estrellas de “Topacio en el aire”, está el conductor del programa y relator de la historia, “Gregorio Barrios” (Pablo Mancilla); los locutores comerciales (Juan Aguilera y Marisol Tur), que prestan su voz a legendarias propagandas de Geniol, Ginebra Bols- entre otras- y también leen las noticias; los sonidistas (Félix Aloé y Lilén Cheruse), creando con sus objetos: puertas chirriantes, disparos, gaviotas, aplausos, automóviles, y actuando su propio culebrón; y los infaltables e imprescindibles músicos: Cheruse en guitarra, Cornicello en clarinete, y Frontera en contrabajo. Un engranaje en el que cada pieza funciona a la perfección.
El vestuario de Magali Salvatore, el maquillaje y peinados de Florencia Gangoiti, la escenografía y objetos de sonido de Laura Poletti y los micrófonos de Carlos Pelella, cobran singular preponderancia en una propuesta en la que la recreación de una época es protagonista. Cada uno aporta su toque creativo, en beneficio del todo.
En suma, un espectáculo imperdible para reír, recordar y-por qué no- repensarnos.