Hace muchos años asistí a un Congreso Internacional de Derechos de Autor en Asunción, Paraguay. Me hospedé en un hotel. Al entrar a mi habitación noté que además de la cama, había una cunita de roble. Le comenté al botones que había pedido una habitación individual y no necesitaba la cuna, a lo que él respondió que había una en todas las habitaciones. ¿Por qué?, le pregunté. “Por la gente que viene a buscar bebés”, respondió, como si se tratase de algo habitual y cotidiano.
Hoy nos rasgamos las vestiduras por la “desaparición” de Loan, pero todos sabemos que la venta y compra de bebés en nuestro país y países limítrofes es un viejísimo “modus operandi” de oscuras organizaciones amparadas por el poder de turno. ¡Cuánta hipocresía!
Como la de la Iglesia Católica que recién hoy se escandaliza de los obscenos índices de pobreza e indigencia. No hay peor ciego que el que no quiere ver …
Diario Clarín, cartas, 26/06/2024