
Hace 10 años, la vi por primera vez en el Teatro “La Nonna” de La Plata, presentando su unipersonal: “Lizy Tagliani: la Revolución del Humor”. Me tomaré el atrevimiento de plagiarme a mí misma en cuanto a la devolución que le hice en ese momento, porque Lizy conserva intactos ese “ángel” y carisma que la caracterizan. Esto es en parte lo que escribí en agosto de 2015.
“De las múltiples figuras mediáticas surgidas en los últimos tiempos, sin lugar a dudas Lizy Tagliani es una de las más simpáticas y queribles. Dueña de un desparpajo y un desenfado poco habituales, la peluquera devenida en bailarina y actriz, hace un culto de reírse de si misma, tomándose como blanco preferido de sus bromas y cargadas. Juega con su condición de “chica trans” sin pudor ni tapujos, logrando así una empatía inmediata con su público. Lizy no disimula, no oculta, no caretea, no pretende ser lo que no es. Es una “rara avis” en la feria de vanidades del mundillo del espectáculo, y cae bien precisamente por esa espontaneidad, frescura y honestidad brutal, tan opuesta a la hipocresía de tantas “figuras”.
En este nuevo unipersonal, “Sí, quiero”, que se presentó en el Teatro Municipal Coliseo Podestá, la monologuista-estandapera pasa revista a su vida, desde su infancia como Edgardo Luis Rojas en Adrogué, con una mamá ama de casa y mucama, bastante dura en su trato, y un papá carnicero; su adolescencia, la relación con los vecinos, la escuela, las primeras salidas, y esa identidad de niña que estaba empezando a aflorar, a quien Lizy dejó manifestarse con absoluta naturalidad. “Sí, quiero” gira en torno a su azarosa vida amorosa, sus “pretendientes”, sus “festejantes”.
Este nuevo espectáculo es 100% autorreferencial- al mejor estilo Tagliani- en el que Lizy jamás se victimiza. Muy por el contrario, con una actitud contrafóbica, hasta describe con humor (negro) la muerte súbita de su padre durante una sobremesa. No es fácil hacer esto sin que resulte chocante o de mal gusto. Y ella, a pura intuición, lo logra. Le pone humor a un episodio trágico, exorcizándolo tal vez en el proceso. Diría que uno de sus fuertes es justamente ése: tocar temas sórdidos, oscuros, dolorosos, y –como por arte de magia- darles una vuelta de tuerca que los vuelve hilarantes y arrancan carcajadas del público. Así juega pícaramente con la sensibilidad de la platea.
Acompañan a Lizy los excelentes bailarines Johanna y Matías Ortiz, ganadores del concurso Got Talent.
A la Tagliani le sobran recursos histriónicos para componer personajes no autorreferenciales, como lo demostró con creces en “Los Bonobos”, y apuesto a que ésa es la dirección que tomará su carrera como comediante “de amplio espectro”.
Lizy Tagliani sigue siendo una “estilista” con sello propio.