“La última sesión de Freíd”, de Mark St. Germain, basada en “The Question of God” de Armand M. Nicholi, Jr. Adaptación y dirección: Daniel Veronese. Elenco: Jorge Suárez y Luis Machin. Diseño de escenografía: Diego Sillano. Diseño de vestuario: Laura Singh. Diseño de iluminación: Marcelo Cuervo. Asistente de dirección: Romina Lugano. Productor ejecutivo: Juan Martín Pzellinsky. Productores generales: Sebastián Blutrach y Daniel Grinbank. Teatro Municipal Coliseo Podestá.
El día en que Inglaterra entra en la Segunda Guerra Mundial, Freud recibe en su casa de Londres a un joven profesor de Oxford, C.S. Lewis. El padre del psicoanálisis había huido de los nazis años antes, debiendo abandonar su Austria natal. Sufre de un cáncer de paladar que le provoca dolores insoportables, y ya tiene decidido ponerle fin a semejante sufrimiento, con ayuda de su médico personal. No es casual, entonces, que sintiendo la muerte tan cerca, Freud necesite imperiosamente tener esta charla con un hombre tan lúcido como Lewis, que curiosamente pasó de ateo a creyente. Más allá de la esgrima dialéctica y la competencia intelectual, ¿no buscará Freud –inconscientemente- cierta esperanza de que exista algo más allá de su cercano final? Por debajo de su autosuficiencia, sarcasmo y arrogancia, ¿no querrá que Lewis logre finalmente convencerlo de la existencia de Dios?
Esta apasionante pieza de Mark St. Germain es una obra de texto, en la que todo está puesto en la palabra, el diálogo, el intercambio de ideas. Algunos recursos como las sirenas, el rugir de los motores de los aviones de guerra, las palabras del Primer Ministro Chamberlain por radio, el teléfono que suena, el ladrido del perro del dueño de casa, remiten al mundo exterior e interrumpen la acalorada discusión de los “contrincantes”.
El peso de “La última sesión de Freud” está indudablemente puesto en la actuación. Jorge Suárez y Luis Machin salen más que airosos de semejante desafío. Literalmente, no tienen respiro durante la hora y media que dura el espectáculo. Medulares, convincentes, creíbles, sus interpretaciones son soberbias. Cada personaje defiende su postura con uñas y dientes, sin dejar por ello de escuchar al otro, aun a costa de sus propias convicciones. Tras el chisporroteo académico, cada uno irá desnudando su alma, muy a su pesar, dejando al descubierto sus áreas más vulnerables. En un momento dado, hasta los roles se intercambian, pasando a ser el mismísimo Freud “psicoanalizado” por Lewis.
Si bien ambos trabajos son excelentes, el Freud de Jorge Suárez es una composición memorable. Su voz, su mirada, su cuerpo, su andar, el temblequeo de sus manos, las crisis espasmódicas que sufre, su intensidad, hacen que resulte imposible sacarle los ojos de encima. Es indudablemente una labor consagratoria para Suárez, un “capo lavoro”.
La dirección de Veronese alterna los climas con sutileza e inteligencia, distendiendo la atmósfera densa –casi claustrofóbica- con acertadas y bien dosificadas pinceladas de humor. Su adaptación del texto: otro acierto.
“La última sesión de Freud”: el ser humano y su angustia existencial, ante la falta de certezas.