Acabo de ver “La Odisea de los Giles”, película dirigida por Sebastián Borensztein, basada en la novela de Eduardo Sacheri, “La noche de la usina”, con un elenco soberbio. Más allá del placer estético de disfrutar del buen cine argentino, ése que divierte, entretiene, emociona y promueve reflexión, el film impacta como una dolorosa metáfora de nuestra realidad. Porque en el fondo, todos los argentinos de a pie, los laburantes honestos y sacrificados, los que confían en sus gobernantes y dirigentes, nos sentimos “giles”. Giles porque nos embaucan una y otra vez; giles porque se quedan con lo que nos pertenece; giles porque devalúan permanentemente nuestros ingresos como si nada, obligándonos a hacer malabares para llegar a fin de mes; giles porque nos prometen cosas que raramente cumplen; giles porque nos toman por giles, porque negocian a nuestras espaldas, porque llenan sus arcas vaciando las nuestras, porque nos roban la ilusión. Nunca más oportuna esta obra maestra, que seguramente cosechará premios internacionales, además de reventar la taquilla local, como ya lo está haciendo. Imagino el orgullo del querido y extrañado Tato Bores, al ver la talentosa prole que nos legó. El arte como espejo de la realidad. “La Odisea …” es una película catártica e imprescindible.