Se suele decir que “segundas partes nunca fueron buenas”. Esto no aplica a la nueva versión de “La lengua cosida”, el unipersonal escrito y protagonizado por María Inés Portillo, dirigido nuevamente por Gastón Marioni, ahora con la asistencia de dirección de Facundo Ordóñez, en Teatro Estudio, La Plata.

La vimos en 2011, cuando se estrenó.  Han pasado 11 años y mucha agua bajo el puente. En su nueva puesta en escena. Marioni pone el acento en la riqueza del texto, y en la corporalidad, gestualidad y dominio vocal de la actriz. Nada distrae, nada saca el foco de la interpretación maratónica de Portillo.

El personaje, una conferenciante, habla de la devaluación de la palabra, de la falta de comunicación entre los seres humanos. Desafortunadamente, desde 2011 a esta parte, la palabra se ha devaluado mucho más aún, y la incomunicación ha crecido a niveles exponenciales, a pesar de la tecnología que nos hace creer lo contrario. El lenguaje de las figuras públicas, y de los políticos en particular, se ha degradado de una manera alarmante. Por otra parte, ya nadie dialoga ni escucha, sino que confronta, agrede, insulta, denigra. De modo que “La lengua cosida” ha ganado en vigencia.

El público que asiste a la función, es también el auditorio en el que “Visitación” (así se llama el personaje), ofrece su charla. De modo que no hay ahora cuarta pared, como en la versión anterior. Visitación interpela a su público y comparte sus reflexiones con los espectadores. Casi como un juglar, recuerda las reuniones familiares alrededor del fuego, en las que se contaban historias, anécdotas, relatos, poesías, trabalenguas, adivinanzas. El eterno e inmortal ritual del teatro.

Y “como una cosa lleva a la otra”, en esa asociación libre de ideas, aparece un recuerdo traumático, un ataque sexual, un abuso, todos crímenes aberrantes que, lejos de desaparecer, se han ido incrementando desde 2011. Ese pasaje del unipersonal es desgarrador y está tan bien descripto y actuado, que podemos ver la escena como si se tratase de una película. Enorme acierto de la dirección que da como resultado una verdadera catarsis colectiva. El pasaje en el que “Visitación” deja correr el agua sobre su cuerpo, intentando liberarse de la mugre y del asco que siente, es de una crudeza inenarrable.

La funcional escenografía y puesta de luces planteadas, facilita montar este espectáculo en cualquier espacio.

Felicitamos la iniciativa de la actriz/autora, María Inés Portillo, y de su director, Gastón Marioni, de reflotar y aggiornar este texto, que se ha vuelto más necesario y significativo hoy, en estos tiempos de violencia verbal y física, en los que el teatro sigue siendo un baluarte y un refugio irreemplazable. Chapeau!

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