Si la situación de la gente común no fuera desesperante (inflación, violencia, incertidumbre), me atrevería a decir que estos días estamos todos muy entretenidos (y hasta divertidos) en nuestro rol de atónitos espectadores de un grotesco criollo al mejor estilo discepoliano, un sainete en estado puro, una de esas tragedias shakespirianas que generan risa y horror a la vez. Traiciones, delaciones, personajes protagónicos que pasan a ser secundarios, reyes que son degradados a plebeyos en un santiamén, intrigas palaciegas, conspiraciones varias, conciliábulos ultra secretos, complots, conjuras varias. Recuerdo el juego de la silla de mi infancia, o el de las esquinitas, en los que había que apurarse a ocupar el lugar vacío a toda velocidad, desbancando a quien fuera a los codazos y a los puntapiés. La clase política argenta expuesta como nunca. Reír por no llorar …
Diario Clarín, 4/7/2023