Actúan: Agustin Giraudo, Geraldine Vivier, Mariano Casarini, Milagros Montoto y Maria Mozo. Música en vivo: Mariano Casarini. Diseño y técnica de luces: Hilaria Menoyo. Diseño y realización escenográfica: Denisse Bozzarello. Diseño y realización de maquillaje: Denisse Bozzarello. Diseño y realización de vestuario: Pau Verderosa. Coreografías: Belén Peruzzi. Producción ejecutiva: El Faro Producciones. Diseño gráfico: Amalia Álvarez. Asistencia de dirección: Emilia Costova. Dramaturgia y dirección: Mariana Ozafrain. Mayo en Teatro Estudio, junio en El Escape.
“Infiel” es una obra tramposa, en el buen sentido de la palabra. En un principio, se la ve como una divertida comedia de enredos: una “ménage á trois” en la que el hombre del trío hace malabares para complacer a las dos damas, sin mucho éxito. Pero a medida que avanza la acción, van surgiendo temas más profundos, de carácter existencial: soledades, cicatrices, frustraciones, sueños rotos, seres rotos, partidos, vacíos, huérfanos.
Es éste un gran acierto de la dramaturgia de Mariana Ozafrain, también responsable de la dirección y puesta en escena de “Infiel, a costa de la cordura”, que estrenó a sala llena en Teatro Estudio, y sigue agotando localidades. Para decirlo de alguna manera, la autora “ablanda” al espectador, para luego asestarle un golpe en pleno plexo solar. Genera risas, y luego, sorpresa y reflexión. Cuando la pieza termina, hay que hacer una relectura de la misma, una reinterpretación. Nada es lo que parece a simple vista.
Ozafrain cuenta con un “Dream Team” actoral para plasmar su opera prima. Al elenco se lo ve aceitado, preciso, sólido, hiper prolijo, en una puesta compleja, que funciona cual mecanismo de relojería, en la que todos- además- cantan y bailan. Literalmente, los actores y actrices “le ponen el cuerpo” a sus personajes. Hay gran “fisicalidad”: sus cuerpos hablan más que sus bocas, dicen cosas, trasmiten estados de ánimo, estados del alma.
Muy potente la interpretación de Geraldine Vivier (“Mía”), la tercera en discordia, en un rol que la obliga a desplegar una enorme paleta de recursos. Agustín Giraudo (”Manuel”), eje del conflicto, rompe la cuarta pared e incorpora e interpela al público. Pareciera que todo transcurre en su cabeza, sólo en su cabeza. Es un tipo partido en dos, o tal vez en más pedazos, encerrado en sí mismo, encapsulado, bloqueado. Un simulador, muy a su pesar. El lenguaje gestual y corporal del actor es hipnótico. Llena todo el espacio. Milagros Montoto es “Clara”, la esposa “legítima”, en un logrado segundo plano, protagonista de una inesperada vuelta de tuerca final. María Mozo («la Taquígrafa»), clown que oficia de relatora, maestra de ceremonias, presentadora, hilvanando las escenas y Mariano Casarini («el Ordenanza»)(músico en vivo), aportan una bienvenida dosis de gracia, aire fresco, ternura e ingenuidad que contrasta con la sordidez de los demás.
Hay una deliberada correlación entre vestuario y escenografía, un ingenioso juego de espejos.
La música juega un rol vital en “Infiel” y le quita solemnidad sin restarle profundidad.
“Infiel, a costa de la cordura” es una de esas propuestas que invitan a una jugosa charla post teatro, por los muchos interrogantes que plantea, comunes a todos los mortales.