No nos dejemos engañar. No es cierto que la Negra Sosa se haya ido. Como no se fueron Sinatra, ni Pavarotti ni Lennon, ni Elvis, ni la Piaf, ni Vinicius, ni la Callas, ni Gardel. Sus voces, con las que crecimos, cantamos, bailamos, nos acompañarán hasta que nos toque partir, y tal vez, más allá. Sus canciones son tan nuestras como suyas. No sólo porque forman parte de nuestra discoteca, sino porque están metidas en nuestras cabezas, cuerpos y corazones.
Esta inefable “Cantora”, con su timbre y estilo tan únicos, ha sido, es y seguirá siendo una imprescindible compañera de ruta.
Su figura, su porte, sus rasgos indígenas, su ternura, su altivez, su picardía, su orgullo, ahí estarán, intactos, eternos, vivos por siempre, desafiando al olvido y a la muerte sobreviviendo a todo y a todos.
Afortunadamente, somos herederos de su enorme talento. Su rico y generoso legado ya es nuestro, por derecho propio. La tenemos en casa, a mano, siempre dispuesta a cautivarnos, embelesarnos, emocionarnos hasta las lágrimas. Siempre fresca, visceral, contundente. Frágil y a la vez fuerte y brava como nadie. Irrepetible.
Parafraseando a su amigo León: Gracias a Mercedes, que nos ha dado tanto …