“Hamlet”, de William Shakespeare. Traducción y adaptación: Patricio Orozco. Elenco: Alberto Ajaka, Leonor Benedetto, Antonio Grimau, Patricio Contreras, Paloma Contreras, Sebastián Pajoni, Pablo Mariuzzi, Hernán Jiménez, David Masajnik, Sebastián Dartayete. Diseño de escenografía: Emilio Basaldúa, Patricio Orozco. Diseño de vestuario: Mini Zuccheri. Diseño de iluminación: Gonzalo Córdova. Entrenamiento de clown: Marcelo Katz. Entrenamiento de esgrima: Martín Lora Grunwaldt. Fotografía: Silvina Barredo. Asistentes de producción: Sol Algañaras Núñez, Juio César Martín Ortiz, Nahuel Vásquez, Diamela Viani, Victoria Ginesta. Producción: Exequiel Caracciolo. Dirección y Puesta en Escena: Patricio Orozco. Teatro Municipal Coliseo Podestá. Viernes y Sábados a las 22 hs. en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Av. Corrientes 1543, CABA.
Aunque a esta altura suene redundante y casi superfluo, recordemos la trama de una de las tragedias de William Shakespeare más conocidas y representadas. El joven Príncipe debe vengar la muerte de su padre, Rey de Dinamarca, cuyo fantasma le revela la identidad de su asesino: Claudio, tío de Hamlet, hermano del Soberano, quien no demora un instante en casarse con la viuda, Gertrudis y calzarse la corona. A fin de desenmascarar al traidor, Hamlet simula volverse loco y escribe unas líneas para una compañía de actores trashumantes. Los artistas, tras recibir sabios consejos del joven, representan una burda parodia del crimen, anta la mirada atónita del nuevo Rey, quien no soporta la escena y por primera vez siente culpa. Intenta rezar, momento que Hamlet podría aprovechar para asestarle una puñalada mortal. Sin embargo, decide no hacerlo. No sea cosa que Dios Todopoderoso acoja al miserable traidor en su seno por ese fugaz instante de sincero arrepentimiento, cuando su merecido destino es el Infierno. Todo se precipita. Polonio, obsecuente consejero del Rey, es asesinado por Hamlet mientras se oculta tras unos cortinados, escuchando subrepticiamente un diálogo entre la Reina y su atribulado hijo. Ofelia, hija de Polonio, enamorada de Hamlet y rechazada por él, enloquece y muere ahogada. Laertes, hermano de Ofelia, vuelve a Dinamarca para vengar la muerte de ambos. Claudio envía a Hamlet a Inglaterra con sus amigos Guildenstern y Rosencrantz, no para salvarlo ante la Ley por su crimen, sino para que sea ejecutado ni bien pisa suelo inglés. Hamlet burla a los cómplices de su tío, regresa, se bate a duelo con Laertes, y todo termina en un mar de sangre. El veneno y el filo de las espadas dan cuenta del Rey, la Reina, el Príncipe y Laertes. Horacio, único verdadero y leal amigo de Hamlet, será el encargado de contar esta triste historia.
Patricio Orozco sale más que airoso del enorme desafío de traducir y dirigir esta emblemática obra, sin omitir un ápice del texto original, y brinda un clásico con todas las letras, nada menos que en el marco de nuestro bellísimo Coliseo Podestá, transformado durante casi 3 horas en el legendario Castillo de Elsinore. De hecho, se aprovecharon los palcos “avant scene” en las perturbadoras escenas del comienzo, cuando el fantasma del rey asesinado se empecina en aparecer para trasmitir su mensaje.
Para cualquier actor, vestir la piel de Hamlet es también un desafío descomunal, por tratarse de un personaje sumamente complejo, lleno de vericuetos y laberintos. Alberto Ajaka le pone la voz, el cuerpo y el alma a su conflictuado Príncipe en un “tour de forcé” extenuante. Deja traslucir la compleja psicología de este hombre por momentos cavilante, indeciso, angustiado, tironeado por sentimientos encontrados, atormentado por sus propios pensamientos. Un “capo lavoro” de Ajaka, que pone nuevamente de manifiesto su enorme versatilidad como actor.
También destacamos la labor de Antonio Grimau que dota a su Claudio de la ambición, el cinismo y la lascivia que caracterizan a su Rey fraticida. Contundente peso escénico tiene Grimau por su porte y su decir. Interesante la transición al quebrarse ante las evidencias que lo van cercando. Otro tanto logra Patricio Contreras, un Polonio charlatán, entrometido, ventajero, pícaro, prepotente, cuyos parlamentos generan risas cómplices en la platea, particularmente durante sus festejados “asides” al público.
Nadie desentona en este elenco homogéneo, sólido y convincente. La escena de los “cómicos” resulta muy refrescante al cambiar el clima denso y oscuro de la pieza; una verdadera perlita.
Y los platenses que colmaron la capacidad del Coliseo Podestá, felices de disfrutar de una velada de domingo skakesperiana.