Esta comedia negra escrita y dirigida por José María Muscari, re-make de su “Piel de chancho”, es una pieza durísima que, sin embargo, provoca la risa sostenida del espectador.
Calificar meramente como “disfuncional” a la familia integrada por “Naná”, la abuela (Irma Roy), “Ingrid”, su hija (Mónica Salvador) y “Luisa”, su nieta (Dalma Maradona), es quedarse corto. Estas tres mujeres se odian, pero no solapadamente. En todo momento, y sin eufemismos que suavicen su lenguaje, no hacen otra cosa que agredirse verbal y físicamente. Tienen el inconsciente a flor de piel y dicen lo que piensan y lo que sienten, caiga quien caiga. Siempre están a punto de aniquilarse mutuamente.
La abuela es piromaníaca y homicida; su hija, lesbiana reprimida, alcohólica; la nieta, una adolescente que ha sido abusada por su propio padre, y oscila entre la anorexia y la bulimia, manifestando asimismo una fuerte tendencia suicida.
¿Cómo es posible, entonces, que semejantes personajes trágicos muevan a la risa? Este es precisamente el mérito de Muscari: valerse de un humor negrísimo para abordar problemáticas como éstas. Acido, mordaz, irónico, despiadado, crudo, el autor bucea en este submundo atroz a través de una comicidad bizarra, que ayuda a digerir tanto horror.
Los personajes de “Fuego entre mujeres”, no evolucionan con el correr de la trama. El final de la pieza las encuentra tan patéticas, violentas y auto-destructivas como el comienzo. La línea argumental es una excusa para observar esta fotografía tridimensional de tres mujeres que conviven forzadamente, como si estuvieran cumpliendo una condena a prisión domiciliaria.
La “abuela” que encarna Irma Roy, dista mucho de ser una viejecita tierna y amorosa. Es un ser oscuro, manipulador, siniestro, perverso. La actriz se luce en esta composición, tan distinta de los roles que ha interpretado históricamente en teatro y en televisión. Habla muy bien de ella que se haya animado a correr semejante riesgo, y mejor aún del director que, libre de prejuicios y preconceptos, proponga este desafío a actrices de trayectoria como la Roy, o María Aurelia Bisutti en su momento.
Mónica Salvador compone un personaje rico en matices y sutiles transiciones. Por momentos, frágil y vulnerable; en otros, agresiva y feroz. Una víctima de su historia y de sí misma.
Dalma Maradona está creciendo como actriz. Notamos una evolución desde su labor en la comedia “Taxi, Segunda Parte”, junto a Carlos Calvo. Aporta frescura y una pizca de ternura en medio de tanta sordidez.
El cuarto personaje, que está sin estar, es Sandro y sus clásicos. Las tres lo idolatran, siendo esto lo único que comparten. Las letras del ídolo contrastan flagrantemente con el desamor imperante en ese “hogar dulce hogar”.
La escenografía de Marcelo Valiente, y el vestuario colorinche y chillón de Vessna Bebek, contribuyen a delinear este trío espeluznante.
“Fuego entre mujeres”: cualquier semejanza con la realidad, no es mera coincidencia.