Estar atentosLo que nos deja el caso Lucio. Cada vez que ocurre una tragedia evitable en nuestro país, tiendo a desear que ojalá sirva para algo. Lamentablemente, la realidad me demuestra otra cosa. No aprendemos de nuestros errores. No sacamos un rédito positivo de episodios trágicos. Pienso en el martirio que atravesó Lucio Dupuy y en la cadena de responsabilidades y negligencias que desembocaron en su asesinato. Más allá de la conducta inenarrable de sus “madres”, el Estado ausente. La jueza que le dio la tenencia a su madre biológica, las maestras y autoridades de la escuela a la que el niño asistía, las guardias de los hospitales que lo atendieron, ¿nadie vio nada raro? ¿A nadie le llamaron la atención las marcas de golpes y tortura? ¿Nadie escuchó sus silenciosos pero estridentes pedidos de ayuda?Añado algo personal: hace unos años noté que la cuidadora de una vecina muy mayor la maltrataba verbalmente. Me asomé a la medianera y le pregunté: “Disculpe, ¿por qué le grita?”; “porque es sorda”, me respondió. Me comuniqué con un familiar de la “víctima” y lo puse al tanto de la situación. Sentí que era mi deber moral hacerlo. Los vecinos también tenemos esa responsabilidad. No adhiero al “no te metás”. Cada uno de nosotros es también “la sociedad” y debemos estar atentos y denunciar cualquier atisbo de violencia. Hacernos cargo y actuar en consecuencia.
Diario La Nación, 6/2/23