Me pregunto si la clase política argentina en su totalidad es consciente de su estrepitoso e indisimulable fracaso histórico. Es una pregunta retórica, ya que la respuesta es más que clara. Nuestros dirigentes carecen de la más mínima autocrítica. Los ciudadanos hemos estado y seguimos estando a merced de individuos ineficientes, corruptos, necios, ególatras, inescrupulosos, incapaces de sacar el país adelante. Si a eso sumamos una Justicia miope, siempre ligada al poder de turno, empresarios insensibles, una seguridad inexistente, entonces el inevitable resultado es esta desazón generalizada que afecta a la sociedad.
Estamos tristes, enojados, decepcionados. Estamos hartos de hacer las cosas bien mientras los que tienen la sartén por el mango hacen todo mal. Estamos hartos de que nos mientan, nos subestimen, nos metan la mano en el bolsillo sin dar nada a cambio; hartos de que nos endulcen los oídos con promesas vanas. Hartos de estar hartos. Exigimos cosas básicas, derechos inalienables: trabajo, educación, salud, seguridad, igualdad de oportunidades. Un país normal, que no nos siga expulsando. ¿Es mucho pedir?
Publicado en Clarín