“El Conventillo de
por Irene Bianchi
Alberto Vacarezza (1886-1959) fue el autor más popular del sainete rioplatense, un canal que encontró la clase media en ascenso para expresar valores y normas, ejemplo del costumbrismo realista que mostraba con fidelidad los conflictos de la gente común. Sus personajes típicos: el guapo, héroe despojado de épica e inmerso en las zozobras cotidianas; el compadrito, guapo a mitad de camino, pendiente de la moda, habitué del cabaret; el malevo resentido y perverso; el pícaro (generoso o pérfido); la mujer-“la percanta que dio el mal paso”- ilusionada con una vida mejor, para alejarse de la agobiante pobreza (generalmente eje de la historia). Y alrededor, “el gringaje”: inmigrantes italianos, españoles, judíos, rebautizados como tanos, gallegos, rusos, turcos…
“El Conventillo de la Paloma ”, alcanzó más de mil representaciones consecutivas tras su estreno en 1929, y fue llevada al cine por Leopoldo Torres Ríos en 1936.
El propio Vacarezza, en boca de Serpentina (personaje de “La comparsa se despide”), resume la quintaesencia de este género tan pintoresco: “Un patio de conventillo/ un italiano encargao/ un yoyega retobao/ una percanta, un vivillo/ dos malevos de cuchillo/ un chamullo, una pasión/ choque, celos, discusión/ desafío, puñalada/ espamento, disparada/ auxilio, cana …¡telón!”
Norberto Barruti, al frente de una treintena de actores, reeditó este legendario sainete, para delicias del público platense, que colmó la Sala Armando Discépolo, de la Comedia de la Provincia de Bs.As.
Unos melancólicos acordes de “Torna a Surriento”, interpretado en acordeón a piano por Nahuel Aquino (“el ciego”), abren las puertas de este transitado conventillo de Villa Crespo, para dar lugar a la interacción de los personajes en esta vivienda cosmopolita, verdadero microcosmos, una torre de Babel, un corte transversal de la sociedad de la época.
Las composiciones más graciosas y rendidoras de la pieza, son sus caricaturas prototípicas: el Tano Engargado (y enamorado), de Jorge Luis Massone; la pícara “Mariquiña”, de Mabel Campos; “el Gallego” cabrón, de Oscar Sierra; “el Turco Abraham, beine, peineta”, de Omar Musa; “la Turca Sofía ” de Mariela Marconi. Desopilantes “el Conejo, Director de Orquesta”, de Marcelo Allegro, y la porteñísima “12 Pesos”, de Nora Edith Pérez.
Correcta (aunque un poco apagada) María Cecilia Coleff, en el rol de “la Paloma ”, y un tanto recitativo y enfático Jorge Godoy Zarco, como Villa Crespo.
Muy lograda la escenografía de Alejandro Arteta, que recrea puntillosamente el patio de conventillo en el que se desarrolla la acción. Valioso aporte el del vestuario y la utilería de mano.
Los múltiples personajes secundarios –aún aquellos que no tienen parlamentos-, juegan un papel vital en esta puesta. En ese sentido, Norberto Barruti es un avezado “régisseur” de elencos multitudinarios.
“El Conventillo de la Paloma ”: teatro de raigambre popular, que no pierde vigencia.