“El cepillo de dientes, o náufragos en el parque de atracciones”, de Jorge Díaz. Grupo Teatral “Da Capo”. Elenco: Agusta Bermúdez, Nacho Pereyra León. Realización de muebles. Jerónimo de Urquiza, Camila Diodati. Diseño gráfico: Juan Pablo Antonelli. Adaptación y dirección general: Javier Cardini. Teatro Estudio, calle 3 entre 39 y 40, jueves 22.
“El cepillo de dientes” (1960) es la primera de más de un centenar de obras que escribió el dramaturgo Jorge Díaz Gutiérrez (Rosario 1930 – Chile 2007). A Díaz se lo incluyó dentro del llamado “teatro del absurdo”, pero él prefirió enrolarse dentro del “teatro grotesco”, ya que, al decir de María Magdalena Robles Poveda, una analista española, “si bien su visión del caos va estrechamente ligada al absurdo, en el fondo de ese caos parece haber cierta normalidad que conduce al hombre a tener fe en una reordenación del mundo, donde aún queda sitio para la esperanza”.
“El cepillo de dientes” es un juego teatral, teatro dentro del teatro, “a play within a play”. Una pareja, El y Ella, que llevan ya 5 años de convivencia, asumen diferentes roles, y juegan situaciones diversas y delirantes, a modo de antídoto contra el desgaste que produce la rutina. El lenguaje no actúa aquí como puente. Ambos están incomunicados, siguiendo cada uno su propia línea de pensamiento. De sus bocas salen clichés, frases hechas, refranes, “tips”, consejos útiles de revistas femeninas, horóscopos, jingles de avisos publicitarios, un aquelarre de palabras sin sentido.
Los personajes (tres en total) van mutando, sin solución de continuidad, intercambiando roles, cambiando incluso de género. Todo vale dentro de este pacto de pareja, para mantener viva la pasión y el deseo. El y Ella son los únicos Dioses creadores de este universo doméstico. Los de afuera, son de palo.
Agusta Bermúdez y Nacho Pereyra León se prestan gustosos a esta travesura teatral, jugando como niños al “Dale que yo era … y vos eras …”, con ingenuidad, frescura y plena entrega. Javier Cardini, desde la dirección, le impone un sostenido ritmo a la acción, convirtiendo por momentos la escena en un ring de box, en el que los contendientes, cuerpo a cuerpo, se matan de amor y locura. Se subraya todo el tiempo el sentido lúdico de la pieza. El correlato con la escenografía que se desmorona es un hallazgo de la puesta.
“El cepillo de dientes”: mucho más que un disparatado divertimento. Seguir jugando para no morir de angustia y de hastío.