Calle Serrano al 1.100, a pocas cuadras de la pintoresca Placita Serrano, en pleno Palermo Soho. “Microteatro”, reza el cartel luminoso de la puerta. ¿Microteatro? Sí, porque la propuesta es ver obras cortas, de 15 minutos de duración, en salas pequeñas, que albergan hasta 15 espectadores. Hay 6 espectáculos simultáneos, que comienzan con 10 minutos de diferencia, y que se repiten 4 veces por noche.
Los actores están muy cerca de los espectadores, quienes se sienten partícipes de lo que están viendo; se ven involucrados, hasta interpelados por esa proximidad extrema. Es una experiencia muy movilizadora, inquietante, distinta, recomendable.
En los tiempos que corren, dominados por la llamada “cultura del “zapping”, y caracterizados por un déficit de atención generalizado, ese corto lapso de apenas 15 minutos resulta ideal. Y lo más probable es que se vean, si no las 6, gran parte de las obras ofrecidas de miércoles a domingo a partir de las 20 hs. Hay una temática por mes. La de julio es “la pasión”, en el sentido más amplio de la palabra.
Uno puede también hacer una pausa, un intervalo, y beber y comer algo en el muy agradable y espacioso bar-restaurant, en cuyo piso superior se encuentran las mini salas. Un combo completo y apetecible.
En cuanto a la dramaturgia, no es tarea fácil comprimir planteo-nudo-desenlace en una pieza que dure entre 10 y 15 minutos. Hay que tener un enorme poder de síntesis. Llevándolo al terreno literario, es la diferencia que existe entre novela y cuento corto. En este último, el autor debe “ir al hueso” de entrada. No hay tiempo para digresiones ni palabras vanas.
De los títulos en cartel en “Microteatro”, elegimos “DT”, escrita y dirigida por Gastón Marioni, interpretada por Efrat Wolynski y Nelson Rueda, con asistencia de Rubén de la Torre (quien también reemplaza a Nelson Rueda). “Miguel” es DT, casado con “María” hace más de 20 años. Tienen dos hijos adolescentes, “Angelina” y “Gabriel”. Miguel viaja mucho, acompañando a las divisiones inferiores del club de fútbol donde trabaja. Una noche, María irrumpe intempestivamente en el gimnasio del Club y encuentra a su marido en una situación muy turbia. El se defiende y se justifica, restándole trascendencia al planteo de su mujer, minimizando la cosa. Hay pase de facturas de ambas partes, y un clima de tensión insostenible. Como si todo esto fuera poco, una vuelta de tuerca al final depara otra sorpresa insospechada, que preferimos no revelar aquí.
El ritmo de la puesta es frenético. Por momentos, ambos hablan a la vez, sin comunicarse, sin escucharse, sin entenderse. La verdad pugna por salir a la luz, pero pareciera que tanto él como ella, en el fondo, prefieren no ver, no enterarse del todo, hacer oídos sordos, mantener un “statu quo” artificial, seguir tapando el sol con un dedo. En ese escaso cuarto de hora, la situación de “DT” se plantea, se desarrolla y culmina, en cámara rápida, a la velocidad de la luz, gran mérito de la dramaturgia y de la dirección actoral. Tanto Efrat Wolynski como Nelson Rueda componen personajes al borde del abismo, crispados, contenidos, que callan mucho más de lo que dicen. Creíbles, viscerales, frágiles, falibles, humanos. Muy logradas composiciones en una pieza fuerte, dura y de contundente vigencia.