por Irene Bianchi
“Dos en una moto”, cuentos de Roberto Fontanarrosa, protagonizados por Gonzalo Urtizberea y Mario Vedoya. Música original: Omar Roldán. Dirección: Nicolás Pérez Costa. Teatro Municipal Coliseo Podestá.
La pluma de Roberto Fontanarrosa es entrañable. Imposible no reconocerla y reconocerse en ella. Sus personajes son seres de carne y hueso, cuyo ADN es inconfundiblemente argentino, con un color local tan autóctono como el asado, el fútbol o el mate. Sus arquetipos urbanos son personajes populares, de ésos que integran cualquier barra de amigos que se reúne en el bar de la esquina, a filosofar y arreglar el mundo.
Gonzalo Urtizberea y Mario Vedoya, drigidos por Nicolás Pérez Costa, tomaron 4 cuentos del rosarino-“Mamá”, “Miguel”, “Dos en una moto” y “Uno nunca sabe”- para montar su espectáculo de “teatro dialogado”. El imponente ámbito del Coliseo Podestá no es tal vez la mejor opción para una obra tan intimista, que seguramente se luce y aprecia mucho más en una sala de menores dimensiones, o inclusive en un café o en un bar como “El Cairo”.
Hecha esta salvedad, el público platense tuvo ocasión de disfrutar de una propuesta en la que el espíritu travieso del extrañado Negro se hizo presente. Los textos están bien hilvanados y encuentran en ambos actores los tonos justos. Cada cual se luce en sus respectivos relatos, contando con la atenta escucha del compañero, que acota y enriquece la charla. “Mario” (Urtizberea) y “Mochila” (Vedota) son cómplices de las fantasías que van creando, co-autores de unos guiones delirantes e inverosímiles, a los que prestan absoluta convicción. Aceptan sin chistar las exageraciones y licencias que cada cual se toma para contar lo suyo. Hay una confianza tácita, un no querer contradecir al otro ni resultar incrédulo, un pacto de caballeros, de amigos, que no se van a escupir el asado mutuamente. Esos códigos de amigos que subyacen discretamente la relación, aunque no se declamen ni vociferen.
Hay momentos de insondable profundidad. Cuando Mochila le insiste a Mario que intente acercarse a la mesa de “la Flaca”, de la que está enamorado platónicamente hace varios años (“Uno nunca sabe”), el segundo le responde: “Dejáme vivir con la ilusión, Mochila… De veras… Sentáte…”. Y los hechos demuestran que Mario tenía razón.
El cuento que da título al espectáculo, excelente composición de Vedoya, es una desopilante muestra de la frondosa imaginación del personaje, que pinta un retrato de la “high class” con lujo de detalles, para cerrar con un sórdido e impactante final.
Igualmente efectiva la pintura de “Mamá” de Urtizberea, metido en la piel de un hijo que justifica y acepta hasta lo injustificable.
“Dos en una moto”: reencuentro con un rosarino que dejó un enorme vacío.