Por IRENE BIANCHI
“… y un día Nico se fue”, de Osvaldo Bazán. Elenco: Tomás Fonzi, Marco Antonio Caponi, Diego Bros, Augusto Fraga, Angel Hernández, María Eugenia Fernández, Cynthia Manzi, Tomás Martínez, Milagros Michael, Laura Montini, Federico Salles, Dennis Smith, Lucila Tolcachir, Silvana Tomé, Sebastián Vitale. Músicos: Bruno Delucchi, Lisandro Etala, Diego Goldszein, Juan Esteban Sak, Bruno Varela. Música original y letras: Ale Sergi. Dirección musical: Bruno Delucchi. Dirección vocal: Gabriel Gestal. Diseño de vestuario: Pablo Battaglia. Diseño de maquillaje: Luciana Reche. Diseño de sonido: Gastón Briski. Diseño de iluminación: David Seldes. Diseño espacio escenográfico: Elizabeth Silberstein y Ricky Pashkus. Coreografía y Dirección general: Ricky Pashkus. Producción general: Luis Majul, Mario Segade. Teatro Municipal Coliseo Podestá.
Osvaldo Bazán lo cuenta sin vueltas, en primera persona: un día, mientras él vivía en Rosario, de buenas a primeras, sin siquiera un preaviso ni una explicación, su pareja se fue de la casa en la que convivían, y no dio más señales. Bazán volcó su angustia en largas cartas, que luego se convertirían en una novela, novela que- junto al talentoso y versátil Ricky Pashkus- adaptaron y transformaron en una comedia musical. El resultado de semejante metamorfosis catártica, es una deliciosa pieza que aborda el tema de la homosexualidad, no muy presente en la dramaturgia local. No está demás puntualizar que cuando el autor vivió esta experiencia, hace varias décadas, la homosexualidad era un tema tabú. De eso no se hablaba. Aún era socialmente y familiarmente inaceptable. Diríase que “no existía”. El producto logrado es una fiesta. Todos los ingredientes dan por resultado una receta sabrosa, picante y nutritiva: el libro, las inspiradísimas canciones de Ale Sergi (“Miranda”), las variadísimas coreografías de Ricky Pashkus, la banda en vivo, y un elenco sin fisuras, en el que no sólo los protagonistas se lucen. Destacamos la labor del platense Angel Hernández, en el rol de “Cupido”: un derroche de gracia y talento. Otras actuaciones sobresalientes: el árbitro de Federico Salles; la mejor amiga del protagonista, “Florencia”, de Silvana Tomé; Dennis Smith, personificando a “la Muerte”. Esto sin desmerecer al resto de un elenco versátil, que brilla. El “Osvaldo” de Marco Antonio Caponi es totalmente verosímil. El tipo se obsesiona, se empecina en recuperar lo irrecuperable. No se resigna a perder a su amor, y tiende a sobredimensionar y magnificar su conflicto. De hecho, la mayoría de los otros personajes están dentro de su desordenada cabeza, desorden que espeja el diseño del espacio escenográfico. Creíble y medido Tomás Fonzi en el rol del “Nico” en cuestión, personaje que debe lidiar con la intolerancia de su familia, que ve su homosexualidad como una bochornosa perversión, para luego asumir su decisión de romper con Osvaldo y seguir con su vida. El tono de “…y un día Nico se fue” nunca se vuelve solemne, aunque por momentos, conmueve. Desde el clima de libertad y tolerancia que hoy se respira (a pesar de algún Monseñor que aún va contracorriente), resulta difícil para los más jóvenes imaginar la “cacería de brujas” que han sufrido históricamente las personas con orientaciones sexuales que escapan al patrón convencional. En ese sentido, este musical también aporta una mirada desacartonada, para nada liviana, al respecto. La banda en vivo, interpretando la excelente música de Ale Sergi, es un aporte fundamental de la ágil y arrolladora puesta de Ricky Pashkus, un Maestro del género. Un Coliseo Podestá repleto amerita el “regreso de Nico”, al menos por una noche.