por Irene Bianchi
“Don Juan”, versión homónima de Molière, de Gonzalo Demaría y Carlos Moreno. Elenco: Daniel Campomenosi, Fabio Prado González, Florencia Zubieta, Gustavo Portela, Federico Aimetta, Emilio Rupérez, Cabe Mallo, Carolina Painceira, Diego Aroza, Javier Guereña. Figurantes: Martha González, Surai Bellusci, María Magdalena Salotti Giacosa, Jorge Pinarello. Escenografía: Daniel Feijóo. Diseño de vestuario: Horacio Lannes. Diseño y realización de proyecciones audiovisuales: Federico Bongiorno. Diseño de iluminación: Federico Genovés y Cristian Pezzotti. Asistencia de dirección: María Victoria Weber y Cecilia Guerriero. Puesta en escena y dirección general: Carlos Moreno. Sala Armando Discépolo, calle 12 entre 62 y 63.
Jean Baptiste Poquelin (1622-1673), más conocido como Molière, el William Shakespeare de la dramaturgia francesa, fue además un extraordinario comediante, siempre listo para retratar a los necios, los pedantes, los pretenciosos, y subrayar la hipocresía del comportamiento social, tan viciado de impostación y arrogancia.
El “Don Juan” de Molière se inspiró en “El burlador de Sevilla y convidado de piedra” de Tirso de Molina. La diferencia es que, mientras el personaje de Tirso era católico y creía que se arrepentiría de sus pecados después de muerto, el de Molière era un ateo confeso, iconoclasta, amoral, irreverente, libertino. La obra escandalizó a la Iglesia y fue prohibida en su momento, hasta que el Rey Luis XIV invitó al autor a representarla en Palacio, lo cual echó por tierra la decisión clerical.
Carlos Moreno y Gonzalo Demaría, ubican la comedia en el Buenos Aires de 1953, calzando al seductor empedernido en la figura de Juan Duarte, una suerte de Isidoro Cañones, conservando los personajes protagónicos, y centrando la acción en el puerto de Buenos Aires. Aquí, los hermanos de la engañada Doña Elvira, son dos oficiales de la Marina, en clara referencia al golpe del ’55.
Moreno apuesta al humor en su versión, sin dejar de resaltar la frialdad, crueldad e inescrupulosidad de un sujeto para quien el fin justifica los medios. Esto no lo hace tener una mirada condescendiente ni complaciente hacia el personaje central. Muy por el contrario. Fiel al estilo irónico y sarcástico de Molière, el director esgrime el humor para desacralizar y desenmascarar las falsas moralinas, y calar aún más hondo en la psicología del irredento (¿y misógino?) burlador.
El ritmo es dinámico, con climas muy variados, en los que el suspenso, la violencia y el dramatismo se alternan con el disparate y la hilarante comicidad.
El nutrido elenco es sólido y homogéneo. Todos y cada uno componen criaturas creíbles en su caracterización. Se destacan indudablemente por su protagonismo, el apuesto y carismático “Tenorio” de Daniel Campomenosi, y el desopilante y acomodaticio “Sganarelli” de Fabio Prado González.
La ambientación que se logra a través de las proyecciones audiovisuales enriquece notablemente la puesta en escena.
“Don Juan”: hoy como ayer, una leyenda que perdura.