Tengo 71 años. Soy profesional universitaria. Durante 40 años aporté a la Caja de Autónomos por dedicarme a la actividad privada. Cobro la jubilación mínima. Ya no pertenezco a la clase media. Si no sigo generando ingresos de alguna manera, no sobrevivo, como todos los jubilados y jubiladas que perciben ese miserable monto mensual. ¿Cómo creen que me cayó la noticia que el PAMI invirtió casi 15 millones de pesos en la compra de cotillón mundialista? (¿Licitación? No. Compra directa.) Banderas, galeras, maquillaje, porras, sombreros arlequín, vuvuzelas. Al principio pensé que era una broma de mal gusto. Pero no. Entonces me pregunto: ¿cuál es el criterio de la Sra Luana Volnovich? ¿Creerá acaso que ese cotillón compensa nuestras carencias, que con esas chafalonías cubre nuestras necesidades básicas? Le propongo algo a la titular del PAMI: ¿por qué no nos exterminan a todos y todas de una buena vez, de un saque, y así nos evitan una declinación y muerte lentas? ¿Por qué no nos sacan del medio, así no estorbamos ni generamos gastos? Total, ya no somos tenidos en cuenta, ya no existimos. Ya trabajamos, aportamos, cumplimos con nuestros deberes como ciudadanos y ciudadanas responsables. Ahora se ve que para este Gobierno somos superfluos, prescindibles, descartables. Apliquen eutanasia y listo el pollo, muchachos. Nos ahorrarán años de padecimientos, sufrimiento y muerte lenta. Sería más piadoso que esta larga agonía.
Diario Clarín, 3 de diciembre, 2022