La vedette de este espectáculo es -sin lugar a dudas- la legendaria banda, más que el propio Cirque du Soleil. Los canadienses se han puesto generosamente al servicio de este merecido homenaje a Soda Stereo, otorgándoles protagonismo absoluto, para beneplácito de los miles de fans que colman la capacidad del Luna Park, noche tras noche.
El Cirque propone un viaje fantástico a un planeta llamado Soda, propulsado por las inolvidables canciones de este album de remixes de la banda, archiconocidas por todos los espectadores, quienes ofician de coro multitudinario. “En el séptimo día”, “Cae el sol”, “Picnic en el 4º B”, “Te hacen falta vitaminas”, “Mi novia tiene bíceps”, “Ella usó mi cabeza como un revolver”, “Un misil en mi placard””, “Persiana americana”, “Signos”, “Luna roja”, Cuando pase el temblor”, “Hombre al agua”, “En la ciudad de la furia”, “Efecto Doppler”, “Primavera 0”, “De música ligera”.
El lirismo de las letras de Soda Stereo, su inconfundible poesía, encuentra en el lenguaje visual del Cirque du Soleil su representación más acabada. Es un “mariage” perfecto, una asociación lícita y armónica, bello por donde se lo mire.
La tradicional “arena” del circo, es ahora el típico campo de un recital de rock, en el que una marea humana convive con clowns, bailarines, actores y acróbatas, conducida por “ángeles” que amorosamente van abriendo paso a las sorprendentes estructuras que aparecen de la nada, para asombro de todos. Cabe consignar que éste es el primer espectáculo del Cirque du Soleil que ofrece un espacio de pie para los espectadores. Gran acierto.
La iluminación es un festival aparte: compleja, sofisticada, precisa. Lo mismo podría decirse del impecable sonido y del despliegue escenográfico.
Hay guiños anticipatorios de temas que sonarán luego: la mesa con las tres sillas de “Té para tres” (luego interpretada en vivo), las imágenes de la Ciudad de la Furia, el vinilo que luego mutará en Luna Roja…
No faltan innumerables perlitas para los fans: mezclas de temas, fragmentos tomados de recitales y de distintas grabaciones. Un festín.
Y ese joven malabarista, tan Cerati él, que sale de una jaula y vuela. ¿Será ésta una referencia a la liberación de su espíritu, encarcelado durante años en un cuerpo inmóvil? En todo caso, nos permitimos esa interpretación libre, tan libre como ese artista querido y extrañado por todos, que llegó para quedarse.