La llegada de un circo al pueblo o a la ciudad ha sido, es y será una verdadera fiesta. Ir espiando cómo levantan la carpa; cómo instalan los carromatos (ahora modernos motorhomes) que la rodean; la pegatina de afiches que anuncian el inminente estreno, todo despierta curiosidad y expectativas en grandes y chicos, y nos trae gratísimos recuerdos de infancia. Porque el circo es la madre, el origen del teatro, asociado siempre con la algarabía, el entretenimiento, y la diversión popular.
Hoy en día, ya no hay domadores de leones, ni perros o elefantes amaestrados, ni acrobacias a caballo. Todo gira en torno al artista: su audacia, su destreza, su versatilidad, el lucimiento pleno de sus dotes, cultivadas con rigor y disciplina.
El Circo Rodas, instalado en el predio de Walmart de La Plata, ofrece un espectáculo de gran categoría. En primer lugar, resaltamos el lujoso y variado vestuario, el elaborado maquillaje, la sofisticada puesta de luces, y la variedad de los números presentados.
“Chicharrón”, el simpático Hombre Orquesta-Payaso, oficia de nexo entre los distintos cuadros, interactuando con el público con gracia y picardía.
Otra pincelada de humor la aporta Charly y su auto loco. Ingenuo y fresco.
La contorsionista Joana Sabrina Stancovich, (acompañada en canto por Rocío Stancovich), saliendo de su cajita de música, excede la capacidad de asombro de cualquiera. Ni hablar cuando dispara con arco y flecha con sus pies. Increíble.
Luis Tapia, haciendo malabares con clavos y aros: otro alarde cuasi-inverosímil.
Los arriesgados acróbatas – Los Emanuels y la italiana Ornella Ricente – literalmente quitan el aliento, volando en sus trapecios, sin red y sin arnés casi todo el tiempo.
Bella y potente la Fantasía de Bombo y Boleadoras, a cargo del Sr. Oliver: un toque de tradición y argentinidad.
Dos perlitas de la noche: los 7 motociclistas suicidas persiguiéndose en el Globo de la Muerte (pura adrenalina), y las fabulosas Aguas Danzantes, traídas de Las Vegas, creación de Marcelo César Stancovich.
No podía faltar el mago. Ariel Heredia -entre otros trucos- hace levitar a su bella ayudante, y ambos quedan suspendidos en el aire, como por arte de magia.
El joven platense Diego Bonelli, a cargo de la dirección artística del espectáculo, preside una muy nutrida compañía de bailarines, que deslumbran con sus cuadros musicales a lo Broadway, también de su autoría.
Personalmente, lo que más me atrajo siempre de este noble género, es el espíritu de cuerpo de sus integrantes. Todos hacen de todo. No sólo se lucen en sus respectivas disciplinas, sino que arman, desarman, venden “merchandising”, acomodan, asisten a sus compañeros, promocionan el show. Tras su momento estelar, son uno más del equipo. Todos son piezas indispensables de un delicado y preciso mecanismo de relojería. Se los ve bailar y luego arriesgar la vida a bordo de sus alocadas motos. Si eso no es versatilidad …
La canción de apertura del Circo Rodas es un tema que cantaba Luis Aguilé (de quien Bonelli es hijo artístico), llamada: “La vida le debe un aplauso”. Por cierto, la ciudad también le debe un aplauso al magnífico show que ofrecen durante el mes de noviembre.