Lo miro jugando al fútbol en una playa. Tirándose a la arena para intentar atajar una pelota, mientras un puñado de chicos a coro grita “¡Pre-si-den-te! Pre-si-den-te!” Y no puede evitar sentir mucha vergüenza. Vergüenza mezclada con pena. No me parece gracioso, y mucho menos oportuno. Lo leo como un acto demagógico, muchachista, un guiño para la tribuna, otro más. No sólo Corrientes está en llamas, Señor Presidente, sino el país entero, el país que Ud preside hasta 2023. Inflación, desempleo, inseguridad, narcotráfico, angustia, desesperanza, todos inmersos en un mar de incertidumbre, mientras el líder máximo juega un fulbito y es vitoreado y aplaudido por pibes, esos mismos pibes que seguramente perdieron innecesariamente meses de clases durante la pandemia. ¿Nadie lo aconseja, Sr Presidente? ¿Cuál es la tarea de los asesores, los muchos asesores, que los contribuyentes pagamos? El respeto se gana. Y también se pierde.