For some reason, when a tragedy such as the train crashes in Once and Castelar happen, I always remember a play by Arthur Miller called “All my sons”, based on a true story. The main character, Joe Keller, is exonerated after being found responsible for the deaths of 21 pilots, for having shipped damaged aircraft cylinder heads for P-40s planes out of his factory during WWII. His son Larry, a soldier missing in battle, commits suicide when he learns about his father’s guilt. When Joe finds this out, he realizes that all those dead young men were also his sons. And that’s the final blow.
Now, having an obsolete railway system such as ours, with little or no maintenance, inevitably leads to these catastrophes that cause so many deaths and destroys so many lives. It’s the logical consequence, something that might be expected. The question is: Who are the Joe Kellers in this tragic, real-life story? Do they have any guilt feeling, any true sympathy? Moreover, do we as fellow citizens realize that the dead and injured people are us as well? That we are all passengers on the same death train? Or have we become used to these everyday tragedies? Hopefully, not.
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Por alguna razón, cuando una tragedia como los choques de trenes en Once y en Castelar, ocurren, siempre recuerdo una obra de Arthur Miller, llamada “Todos eran mis hijos”, basada en un hecho real. El personaje principal, Joe Keller, es exonerado tras ser hallado culpable de la muerte de 21 pilotos, por haber fabricado y vendido repuestos defectuosos para aviones de combate P-40 durante la 2ª Guerra Mundial. Su hijo Larry, desaparecido en acción, se suicida al enterarse de la responsabilidad de su padre. Cuando Joe toma conciencia que su hijo no murió en el frente de batalla sino que se suicidó por su culpa, recién ahí se da cuenta que todos esos jóvenes muertos también eran sus hijos. Es el golpe final.
Ahora bien: contar con un servicio ferroviario obsoleto como el nuestro, con escaso o ningún mantenimiento, inevitablemente conduce a estas catástrofes, que producen tantas muertes y destruyen tantas vidas. Es la consecuencia lógica, algo que se puede esperar. La pregunta es: ¿Quiénes son los Joe Kellers de esta historia real y trágica? ¿Sienten algo de culpa, alguna verdadera empatía? Más aún, los conciudadanos de esas víctimas, ¿nos damos cuenta que esos muertos y heridos somos nosotros también? ¿Qué somos todos pasajeros en el tren de la muerte? ¿O es que ya nos hemos acostumbrado a estas tragedias cotidianas? Ojalá que no.