Cometí el error de jubilarlo el año pasado, pensando que lo podría reemplazar por uno nuevo. Estaba tristón el pobre, con las borlas cachadas y las guirnaldas deshilachadas-. Pero me quedé sin el pan y sin la torta. Hoy cuestan uno y la mitad del otro.
El mío es minimalista, haciendo juego con el bolsillo.
No quiero ser agorera, amigas, pero ¿llegaremos a la Navidad?
¡Obvio! ¿Por qué no? A gatas, pero llegamos.
Digo porque se viene una lluvia de meteoritos. En una de ésas, nos abollan la cabeza.
Me hacés acordar a Mafalda, mi filósofa de cabecera, cuando hablaba del “palo de abollar ideologías”.
¿Cómo olvidarla? A su papá, Quino, también se lo llevó este año de merda.
Lo que predijeron es una lluvia de estrellas, Leti, no de meteoritos.
“Se ’gual”, diría Minguito Tinguitella. ¿Habrá que andar con casco, por las dudas?
Yo tenía entendido que “meteorismo” era otra cosa, mucho menos romántica que las estrellas fugaces.
¡No seas escatológica, Susy! ¡Qué asquete!
Más asquete es el pelo de Rocío Marengo en su plato de Master Cheff. ¡Puaj!
Tarde o temprano, eso iba a suceder. No se ponen gorro, ni cofia, ni nada. Era obvio.
En cualquier momento, el jurado encuentra una uña en el puré.
Eso no, porque tienen guantes. Mocos puede ser.
¿Cómo se te ocurre? Hay cámaras por todas partes. No pueden sacarse pan del horno, como decía mi nonna.
Ahí hay acomodados. Una mina como Rocío, que hace trampa, no respeta el reglamento, se burla de todos, llora lágrimas de cocodrilo, se salva, y a un tipo buenazo y querible como el turco García, le echan flit.
Elemental, Watson. La Marengo es funcional al programa, porque es quilombera.
¿Ven? Por eso insisto en que el tango “Cambalache” debería ser nuestro verdadero Himno Nacional.
Los buenos no garpan en la tele.
Y en la vida, menos. A los hijos de yuta les va mejor.
Ojalá los meteoritos ésos sean selectivos, e impacten sobre los malos.
¡Uy! Quedaría el planeta casi, casi deshabitado, Chelita.
El eclipse es mañana, ¿no? ¿Qué va a pasar, si se puede saber?
La Luna va a pasar entre la Tierra y el sol. Se va a hacer de noche en pleno día.
¿Puedo usar mis radiografías de cadera para verlo?
¡Ni se te ocurra! Hay lentes especiales con filtro que bloquean los rayos dañinos del sol.
No lo miro y listo. No repuse el arbolito, mirá que me voy a comprar esas gafas.
Si no, mangueále a tu vecino el chapista la máscara para soldar. Ésa tiene un vidrio grueso.
Va a pensar que me lo quiero levantar. El tipo recién enviudó. Me da cosa. No sé …
Y bueno, en una de ésas matás dos pájaros de un tiro, y el quía te hace ver las estrellas, en más de un sentido.
Es cierto que necesito chapa y pintura, pero más bien de un cirujano plástico.
Recuerden de pedir tres deseos cuando vean la lluvia de estrellas fugaces.
¿Los retroactivos cuentan? Me quedaron un montó pendientes del 2020.
Yo creo que el mundo entero sólo va a pedir que ganemos la batalla final contra el bicho.
Cierto. Mejor concentrarse en uno solo. Brindemos por eso. Un “Chau, bicho” planetario.