– ¿Qué hacés de yoguineta verde, Gladys? No te conocía ese lukete informal.
– Me vine a pata. Al precio que está la nafta, prefiero mover el esqueleto.
– Pensar que antes llenábamos el tanque. Ahora, de a puchitos, y gracias. ¡Qué malaria!
– Eso es lo que más bronca me da. ¿Se dan cuenta de lo que se afanó en este íspa?
– Esos chorros deben pensar que se compran la inmortalidad, y se olvidan que la mortaja no tiene bolsillos.
– ¿Conocen el dicho “two to tango”? Se necesitan dos para bailar un tango. Ahora nos enteramos cómo se completaba la fórmula de la corrupción aryentain. Por un lado, los funcionarios de turno, y por otro, grandes empresarios.
– Empresarios convertidos en buchones, querrás decir.
– No se dice “buchón”. Lo llaman: imputado colaborador, testigo protegido, delator premiado. Todos eufemismos, en última instancia.
– Es que esos ricachones, que veranean en el Caribe en hoteles 5 estrellas, no están acostumbrados al frío piso de una celda, ni al colchón finito con olor a pis.
– Lo de los empresarios coimeros era un secreto a voces, amigas. Ya se sabía.
– Sí, pero el cuadernito del fercho los deschava con nombres y apellidos. No es lo mismo.
– No creo que los de ahora orinen agua bendita. Ojalá todos pongan las barbas en remojo y no tropiecen con la misma piedra.
– Si no hay castigo, todo va a seguir igual ¿Se acuerdan del dicho? “Una norma sin sanción es como una campana sin badajo”. Unos años a la sombra y listo el pollo.
– Castigo, sí, y que devuelvan lo afanado. “Extinción de dominio”, que le dicen.
– No quiero ser malpensada, pero ¿ustedes no sienten que los jueces también entran en esa volteada? Se mueven y agilizan causas cuando les conviene. De lo contrario, las encajonan.
– ¿Te refería al glamoroso Oyarbide? Curte un look Flavio Mendoza, ¿vieron? Platinado.
– Tan fino él, y dice “cogote” en lugar de “cuello”. Me extraña, araña. Y lloriquea.
– Es un showman. ¿Todavía no lo convocó Tinelli? Porque tiene ritmo el ex juez.
– Se fue de boca Flavio Mendoza cuando trató a unos pizzeros de “pata sucia”.
– Y cuando la quiso arreglar, la embarró más. “Son todos extranjeros, que cobran en negro, y le sacan trabajo a los argentinos”, dijo a modo de “disculpa”. Incontinencia verbal.
– Yo qué él, nunca más pido pizza, ni siquiera por delivery. Seguro que se la escupen o le ponen moco mezclado con la muzza.
– ¿Qué quieren que les diga? Comodoro Py está mucho más interesante que la tele. Gastados están los escalones de tantos personajes que entran y salen a diario.
– El dueño del médano no salió. Atroden de una. Se le borró la sonrisa de un sopetón.
– Pero él ya pasó una temporadita y sabe lo que le espera. El tema son los cajetillas guitudos que nunca tocaron el pianito. Bah, tal vez uno de cola, pero el de la comisaría, never.
– ¿Y qué me cuentan de nuestros “honorables” senadores?
– Tendrían que ser “cenadores”, con “c”. Lastran más de lo que laburan.
– A mí no me representan. Votan –supuestamente- por sus convicciones, no en nombre de la gente que representan. Un papelón. Son impresentables.
– ¿Es cierto que una senadora admitió públicamente que no había leído el proyecto, pero igual votaba en contra?
– Ahora dice que la malinterpretaron. La típica coartada: “Me sacaron de contexto”.
– ¿Saben cuánto cobran nuestros beneméritos diputados y senadores? Más de 100 lucas. Y trabajan cada muerte de obispo.
– No me hables de los obispos, please. Por suerte, aparecieron pañuelos naranja en la Plaza, reclamando la separación de la Iglesia y el estado. Bienvenido sea ese divorcio.
– A vos te van a excomulgar.
– ¿Sí? ¡Mirá cómo tiemblo! Sería un honor. Mejor que la Iglesia se ocupe de no entorpecer la implementación real de la educación sexual integral en las escuelas –en sus escuelas- en lugar de combatir la despenalización del aborto. Sería un aporte más valioso a fin de evitar embarazos adolescentes.
– ¡Con razón te viniste toda de verde! ¿Y te bajoneó el resultado?
– No. Es cuestión de tiempo. La ola verde es imparable. Brindo por esas miles de pibas que desafiaron la lluvia y el frío para defender su postura. Orgullo de género. ¡Chin, chin!